Elizabeth Taylor- (1932–2011)
Sus ojos de color purpúreo la transformaron no sólo en una estrella del cine, sino en una de las musas más bellas del Hollywood Clásico, que se queda sin una de sus dignatarias más carismáticas. Elizabeth Taylor fue una actriz tenaz, inteligente, que supo esconder sus defectos interpretativos con un arrojo y riesgo fuera de lo común. Exponiendo su vulnerabilidad aparente en cada nuevo proyecto, no dejándose etiquetar como una cara bonita sin más. Desde su primerizo éxito comercial al lado de la perra Lassie cuando contaba nueve años hizo que su progresión como actriz no se estancase con aquella imagen de “muñeca de porcelana, con ojos violeta y rizos oscuros”. Con paso firme fue avanzando con películas como ‘Mujercitas’ floreciendo como actriz junto a Montgomery Cliff en ‘Un lugar en el sol’, con el que compartiría algunas de sus mejores películas y una gran amistad en la vida real.
Sin embargo, hasta la llegada de ‘Gigante’, junto a otro icono de la época, James Dean, la estrella de Taylor no brillaría con el fulgor que la transformaría en uno de los rostros más solicitados y esplendorosos de la época. ‘Cleopatra’, de Mankiewicz estuvo a punto de arruinar a la Fox. Ella ganó al gran amor de su vida, Richard Burton. Los papales pasionales instaban a componer un rol establecido dentro de una idiosincrasia que bebía sustancialmente de la infelicidad y la tortura de sus personajes, ya fuera con escudos de posesión o locuras de celos, de derrota existencial o de humillaciones dramáticas para dar réplica a los grandes nombres del momento; por ejemplo, con Marlon Brando en ‘Reflejos en un ojo dorado’ y la pugna de miradas con Paul Newman en ‘La gata sobre el tejado de zinc’. Ganó dos Oscar; por ‘¿Quién teme a Virginia Woolf?’ y por ‘Una mujer marcada’ y dejó su brillantez en ‘De repente, el último verano’ donde posiblemente culminara la mejor interpretación de su irregular filmografía. Una actriz intuitiva y astuta que vio cómo su fulgor se apagaba por los escándalos amorosos, por sus múltiples matrimonios efímeros, por su adicción a la cirugía y al alcohol. Amante del lujo, del exceso y el ‘glamour’, concienciada en su lucha contra el SIDA y amiga íntima de Michael Jackson siempre será recordada como una gran diva de ese Hollywood descascarillado que hoy ha perdido a uno de sus iconos más representativos.
Autor: Miguel Angel Refoyo (Refo)