La vergüenza
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La vergüenza

Peces encerrados El debut de David Planell expone una encrucijada afectiva y sentimental mediante diálogos y réplicas que profundizan en las relaciones de una pareja en conflicto con el compromiso de ser padres.

10 jun 2009


 

Peces encerrados El debut de David Planell expone una encrucijada afectiva y sentimental mediante diálogos y réplicas que profundizan en las relaciones de una pareja en conflicto con el compromiso de ser padres.

Si por algo se ha caracterizado David Planell a lo largo de su granada y premiadísima trayectoria como cortometrajista es por la habilidad con la que dirige a los intérpretes de sus proyectos. Trabajos como ‘Carisma´, ‘Banal´, ‘Ponys´ y ‘Subir y bajar´ son ejemplos de la capacidad como director de actores y actrices y muestras de la devoción con la que cuida los diálogos que devuelven sus intérpretes con una dádiva de afectividad con respecto a los personajes. Planell no se ha diferencia por la utilización de alardes visuales, más bien por un cine cercano, respaldado en la efectividad de sus mejores armas dramáticas y que utiliza un montaje funcional sin mucha exhibición técnica. Para su debut como largometrajista, estos elementos siguen intactos. La historia es la siguiente: Pepe y Lucia forman una pareja joven y capitalista que tienen dificultades con la conducta y el carácter difícil e introvertido de Manu, un niño peruano que lleva viviendo con ellos en régimen de acogida casi un año. Por mucho que ponen de su parte, el pequeño parece cerrado en sí mismo. La empleada del hogar, también de origen peruano, es la única que parece relacionarse con el niño. Pepe no conecta ni entiende su actitud. Lucía es más tolerante y cree que el chico podrá cambiar de actitud. La duda sobre devolverlo, la confrontación que provoca la divergencia entre ellos y la llegada de asistenta social de la Comunidad de Madrid que les evalúa para la adopción desencadena una serie de acontecimientos imprevistos.

 

La dificultad de ser padres no es más que una excusa para profundizar en las relaciones de pareja, en el día a día, en el amor que se va resquebrajando con el roce, con los silencios, con los secretos y las verdades a medias. ‘La vergüenza´ es un dramático periplo por un mal día de una pareja burguesa y concienciada socialmente que ve cómo su mundo se desmorona ante la incertidumbre de las segundas oportunidades y abordar la madurez como los padres que no saben ni pueden ser. Se levanta así un ideario de lo que supone la convulsión de los valores modernos, de los prejuicios y aprensiones de una sociedad de consumo que se cree estable, autocomplaciente con la integración y el ‘buenrollismo´, pero que esconde un infranqueable conflicto intrínseco que reside en la incomunicación y la pérdida existencial. Es el triste naufragio de un matrimonio incapaz de abordar sus problemas, desabastecida de los vínculos necesarios para solidificar una familia y todo lo que ello conlleva. Planell expone una encrucijada afectiva, donde las texturas humanas dotan de emoción al relato, nutriéndolo de diálogos y réplicas de una pulcritud y un realismo dramático que son rotos, de una forma muy inteligente, lúcida e imprevisible, con golpes de humor asequibles a situaciones de vulnerabilidad. La verosimilitud se edifica, por tanto, en el equilibrio, en las profundas aristas humanas que transita, haciendo de la naturalidad y la sencillez la mayor de sus armas, trazando unos retratos que suscitan la afinidad del espectador.

Y lo consigue a pesar de que la historia paralela de esa sirvienta peruana de vínculo pretérito con el niño al que cuida se narre con cierta condescendencia y ruptura con el tono costumbrista y moderado de todo el filme. Podría haber caído fácilmente en el culebrón, en el melodrama sensiblero, pero Planell sabe alejarse del ámbito alambicado o sentimentaloide para escarbar en las emociones por medio de la contigüidad a sus personajes, sin necesidad de subrayados verbales, ni excesos trágicos, ni recurrir a inflexiones didácticas que recalquen los miedos, la inseguridad o las vergüenzas poliédricas que se dan a lo largo de la película; al miedo, al fracaso, a la decepción con ellos mismos, vergüenza por tener que asumir el paso del tiempo, al pasado de unos y al futuro lleno de incógnitas de otros. En definitiva, la cobardía de asumir la vida como un duro camino al conocimiento interno, a decir la verdad y compartir el miedo y los errores. Es de resaltar el ajuste de ‘La Vergüenza´ a la parvedad de medios, a sus empeñecidos escenarios que oprimen a sus personajes en un entorno existencial, donde los reducidos decorados no sucumben al convencionalismo de pensar, con error, que esta elección se trata de falta de presupuesto. Son necesarios esos espacios teatrales para precisar con detalle lo importante de la película, el alma que mueve sin fisuras narrativas la historia que deviene en claustrofobia sentimental. Se trata de la interacción de los actores, de la demostración interpretativa de todos ellos; desde el comedido dramatismo de un cada vez mejor actor Alberto San Juan y su química con la joya del filme, Natalia Mateo, cuya aportación de generoso talento hace fluir la credibilidad de las confrontaciones y pequeñas miserias de los personajes. No obstante, tampoco le quedan a la zaga una Norma Martínez que manifiesta el desgarro interno de una mujer rota por su pasado que quiere una nueva oportunidad o la moderación de Marta Aledo, que sabe inculcar a su rol una antipatía entrañable.

‘La Vergüenza´ es una radiografía a nuestra sociedad, al infortunio moral que la rodea y que hacen infelices a aquellos que no saber encontrar la verdadera felicidad. Los personajes del excelente debut de Planell son peces encerrados en una pecera de aguas turbulentas que necesitan la libertad de expresar lo que tanto tiempo llevan guardado, son como ése agua que no llega, obstruida en las tuberías de un edificio que se cierra ante ellos como una jarra de agua que les impide ver lo que hay a su alrededor. Es y será, una de las mejores películas españolas de este 2009 de contrastes; mientras estupideces desvirtuadoras del cine nacional se hinchan a ganar dinero con formulismos caducos y rostros de efímero calado adolescente, el buen cine, como es el caso, se hace con el vacío de un espectador que sigue cegado ante el poco talento que vale la pena reconocer.

Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009

fuente: http://refoworld.blogspot.com/2009/05/review-la-verguenza.html

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