"En el mundo auténtico del espíritu, lo huérfano trae consigo lo estéril".
[del libro "Picasso" de Eugenio d’Ors]
Me sirve esta cita del encabezado para conectar con las reflexiones de la semana anterior y someter al pensamiento a un cambio brusco de rumbo. El Rincón optará a partir de ahora por entregas más breves, no por ello menos densas o interesantes, en tiempo incierto, o lo que es lo mismo, apostando por un programa conductual de reforzamiento de tiempo variable. Aunque nos gustaría que la "razón" también influyese, dando muestras de percepción mágica. No me desvío. Conecto con Picasso y me doy cuenta de que resulta interesantísimo pensar en qué aspectos de nuestra psicología y personalidad quedan comprometidos al contemplar extasiados una obra maestra del arte.
Tal y como señala Eduardo Punset en su agudo trabajo dedicado a las claves de la felicidad humana, los circuitos neurológicos implicados en el disfrute estético son los mismos que aparecen implicados en el placer obtenido de la comida y el sexo. En efecto, el sistema límbico, el tegmentum, el núcleo acúmbeo (sistema de motivación y recompensa), los flujos de opiáceos endógenos, etc., todo esa intrincada estructura lanzando mensajes inconscientes hacia los centros superiores de toma de decisiones basados en la utilización de un procesamiento basado en la emoción y la memoria. ¡Bingo! ¡Pero si esto ya lo decía Sigmund Freud desde comienzos del pasado siglo XX! Energía pulsional vinculada a representaciones mentales cargadas. No hay duda de que existe todo un procesamiento inconsciente complicadísimo asentado en una interconectividad reticular e integradora de múltiples sistemas cerebrales. Lo cual no implica que podamos reducir el placer estético a una dimensión de simple sublimación de energía sexual. La cosa, pues, se complica y bastante. Lo que sí parece claro es que los nuevos hallazgos científicos vinculados a la biología y neurociencia no dejan de arrojar verificaciones empíricas a toda una serie de intuiciones analíticas que en su día fueron tildadas de pura fantasía delirante.
Y aún hay más. Francis Crick descubre en el proceso que denomina "aprendizaje invertido" cómo el cerebro realiza una labor inconsciente de desaprendizaje (implicados están el hipotálamo, la amígdala y el neocórtex) durante la fase REM del sueño. ¿Represión? Lo que no está claro es que aquello que se desaprende sencillamente desaparezca. El proceso de relegación a zonas inconscientes donde la representación se mantiene activa y con carga emocional parece absolutamente plausible.
Pero no nos desviemos nuevamente del tema principal, la felicidad obtenida a partir de un disfrute de corte claramente estético. Punset, tras numerosos datos y contrastes, destila una fórmula de la felicidad en la que descubre razón entre un numerador que añade y un denominador que obviamente divide.
Así pues, en el denominador de la ecuación de la felicidad tendríamos según Punset:
- Factores reductores de la felicidad: la predominancia del miedo "negativo", los prejuicios refractarios al razonamiento experimental, ideas preconcebidas y profecías autocumplidas, normas sociales aceptadas por sumisión a la mentalidad de grupo.
- Factores heredados
: mutaciones genéticas más o menos lesivas, desgaste orgánico y envejecimiento, incrustación en un orden social que exige renuncias de placer en aras de una mayor productividad, procesos mentales basados en la imaginación de sucesos estresantes futuros.
En el numerador en cambio:
- La emoción como factor multiplicativo de los otros componentes.
- Atención al mantenimiento y al detalle
en el desarrollo competencial y de habilidades de relación interpersonal.
- Capacidad de búsqueda incesante
, metonímica y metafórica, de la verdad. Esto presupondría además un cuestionamiento constante de factores incluidos en el denominador de la fórmula.
¿Complejo? Tal vez. De lo que no hay duda es de la sustancialidad efectiva de la propuesta y su perfecta adecuación en un campo tan incierto como el de la construcción del gusto. La creatividad ha de asentarse sobre una "puesta en suspensión" de cualquier tipo de juicio preconcebido y ser acicateada por una inteligencia emocional muy desarrollada y en incesante búsqueda de una verdad, una verdad quizás revelada a través de la experimentación con el lenguaje de las formas. Sólo integrando de modo crítico todo el acervo cultural del que procedemos y cuya materia es la de nuestra propia inteligencia, asimilando con valentía las creaciones más singulares de nuestros maestros, sólo entonces y a partir de ese momento nos será posible dar a luz algo realmente nuevo y transformador. Eso le sucedió precisamente a Picasso. Podía encontrar porque había sabido bien dónde buscar. ¿Alcanzó a través de su obra algo parecido a la felicidad? ¿Acaso puede negarse tal cosa cuando algunas de sus obras maestras parecen resolver con engimática sabiduría la orgánica complejidad emocional que nos conforma?
Cuestiones por resolver. De eso se trata. Muy pronto más.