Apocalypse Now Re-Bush
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Apocalypse Now Re-Bush

Concluyendo los merecidos reconocimientos correspondientes a nuestro amado Rincón, qué más apropiado que una fusión entre dos de mis escritos favoritos haciendo alusión a la recién estrenada, esta vez con 50 minutos más de metraje, "Apocalypse Now Redux", una obra maestra absoluta y eterna, es decir, un Clásico imperecedero, que muy pronto podré disfrutar de nuevo en grata compañía. Ahí va eso:

25 nov 2002


Concluyendo los merecidos reconocimientos correspondientes a nuestro amado Rincón, qué más apropiado que una fusión entre dos de mis escritos favoritos haciendo alusión a la recién estrenada, esta vez con 50 minutos más de metraje, "Apocalypse Now Redux", una obra maestra absoluta y eterna, es decir, un Clásico imperecedero, que muy pronto podré disfrutar de nuevo en grata compañía. Ahí va eso:

Apocalypse Now Re-Bush

Fase A: ¿BUSH COGERÁ SU FUSIL?

Dalton Trumbo adaptó su propia novela en el año 1971, ofreciendo como resultado un excepcional drama antibelicista llamado "Johnny cogió su fusil". En el repertorio de actores contó con los impresionantes trabajos de Timothy Bottoms, Jason Robards y Donald Sutherland. Con menor peso interpretativo, que no importancia en la historia, una más que estimable Kathy Fields. Ambientada en la primera y monstruosa gran guerra, que supuso un cambio radical en los modos y concepciones de la destrucción masiva, tanto como la que, en estos días acechante, ha de suponer de incertidumbre para los antiguos usos militares, la película de Trumbo es una inmersión directa en los infiernos de la destrucción humana, sin concesiones a la galería, brutal, desgarradora y veraz, al límite de lo dolorosamente imaginable, sin tregua para la dulcificación innecesaria o para esas buenas intenciones siempre tranquilizadoras de conciencias marcadas por el deber.

Un valiente alegato, sin caer en simplificaciones propagandísticas, contra el horror de la muerte planificada por los Estados al dudoso socaire de los grandes ideales. Cuando el hombre ha sido cruelmente mutilado, despojado de su dignidad fundante, masacrado física y moralmente, ¿qué puede hacer? ¿Qué bandera enarbolar entonces? Sólo quedan dos alternativas: ser expuesto como monstruo de feria o morir voluntariamente, en un último acto de auténtica responsabilidad humana. ¿Y si eso se le niega también por temor a unas normas estúpidas y cobardes? ¿Y si el vacío de la muerte fuera la única salvación contra un mundo absurdo capaz de ahogar un grito de ayuda en una perversa red de intereses políticos y económicos? ¿Y si no pudiéramos escapar de la pesadilla que ya, inevitablemente, hemos creado? La democracia (¿qué es?-pregunta el hijo-. Pues no creas que yo lo sé muy bien –replica el padre-, ella también exige un sacrificio periódico de nuestros jóvenes) o la fe ciega en la salvación ultramundana no pueden ofrecerse como sustitutivos de nada: qué estupidez –se dirige acusadoramente el sacerdote al militar-, este hombre destrozado es un producto de su oficio, no del mío.

La nueva guerra del siglo XXI ya no es entre Estados soberanos, ahora los grupos paramilitares dominan el escenario del terror, las víctimas son civiles indefensos, las consignas son etiquetas de consumo y la violencia se gesta desde las cloacas de la desesperación, aunque algunos se empeñen en seguir pensando en términos de escudos antimisiles. Se trata ahora de guerras identitarias donde el enemigo es invisible, permanece desubicado en localización difusa, imprevisible en sus golpes de efecto siempre amplificados por los canales mediáticos, donde las acciones de guerra semejan accidentes catastróficos. Una lógica borrosa en el mundo de la aniquilación del Otro.

Esta situación apocalíptica, ya predicha en el 93 por el importante pensador Paul Virilio, requiere una nueva inteligencia de los hechos, una sensibilidad de entendimiento razonable y perspicaz, no una mera reactividad reaccionaria al modo bushiano. Ya Claussewitz entendió los extremos sin retorno de la guerra cuando analizó la resistencia española frente a la invasión napoleónica, pero esta ya no es una guerra claussewitziana, es la última fase de la torsión del mal, tal y como señala acertadamente Glucksman en un reciente comentario sobre la evolución predicha por el sabio Tucídides: guerra externa entre entes externos entre sí, para pasar a continuación a un doblez también externo pero civil (guerra entre hermanos) y terminar en un guerra interna al propio individuo, nihilista, sin esperanza, final.

Fromm, Freud, Einstein, Ignatieff, Bruckner, Mary Kaldor, Virilio

Porque si no lo hacemos algo no cambiará jamás, un hombre destrozado por dentro y por fuera, que agoniza lentamente, en la soledad de su desesperación, en la angustia de un futuro inexistente, con la memoria acribillada de muerte, con los pensamientos podridos de odio y temor, con el oscuro deseo de morir para dejar de sufrir: el producto inexorable, axiomático, de cualquier confrontación bélica. Busquemos una ¿imposible? redención; busquemos, repensándola, la paz. No es dulce ni es gratificante morir por la patria, tampoco por ideales forjados con el hierro candente de una fe ideológica (política, económica o religiosa) dura e ignorante.

 

Fase B: EL CORAZÓN DE SUS TINIEBLAS

Joseph Conrad fabuló una inmersión en el infierno creado por el hombre, que fue magistralmente adaptada al celuloide por Francis Ford Coppola, firmando de esta manera la autoría de una de las obras maestras de la historia del cine: Apocalypse Now. Un viaje a las entrañas de la crueldad humana, un paseo por el infierno representado en una locura colectiva llamada "guerra".

La inmersión en las tinieblas del alma humana nos remitía a nosotros mismos, al origen tenebroso y común que habita en todos nosotros y que a todos nos une en una especie de comunidad del horror. Quien convive con la maldad acaba por aceptar sus reglas. Es así de sencillo. Y la principal regla de la sevicia es que no hay reglas.

Ahora, bajo la ilusión de una lucha por salvaguardar un supuesto orden amenazado, que es sólo caos y especulación de mercaderes y otras aves rapaces, se nos embarca en una cruzada en pos de una ¿libertad? perdurable. Qué dulce y decoroso es morir por la patria, y no digamos matar por ella, eso sí que estimula cualquier ánimo por muy derrumbado que éste se halle. Bush se nos aparece como ese capitán trastornado, prodigiosamente encarnado por Robert Duvall, que ordena practicar surfing a sus soldados mientras las bombas asuelan el poblado vietnamita. Ahora la moda ha cambiado y el surf no precisa de mares ni de imponentes olas. Basta con elegir el blanco y teledirigir la muerte hacia su marcado destino. El éxtasis adrenalínico es idéntico, y hasta los telespectadores pueden sufrir sus efectos en tiempo real. Los civiles masacrados sólo serán indeseables efectos colaterales, qué le vamos a hacer. Ojo por ojo y País por Torre. Gambito de muerte.

La patrullera habitada por la propia locura se adentra poco a poco en la jungla de la desesperación, desaparecen progresivamente los referentes de una realidad cada vez más extraña e irreal, el calor asfixiante se cierne sobre los aprisionados espíritus, el miedo a los desconocido se va apoderando de la otrora certeza de victoria, se divisa en el negro horizonte el "corazón de las tinieblas"...Kurtz, él ha conocido el horror, un poeta del infierno, un maldito para los monstruos que le crearon, un repudiado por la maquinaria infernal del ejército que le formó, un loco que ha decidido concluir lógicamente los axiomas de la muerte que le fueron inculcados por las piezas de un juego macabro e indescifrable que ya no comprende, un lúcido y opaco asesino presa de su propia deformidad moral. Habríamos de aconsejar a Bush que cambiase de papel, que tratase de interpretar el complejo personaje al que con gran oficio dio vida Martin Sheen (por cierto, uno de los pocos actores hollywoodienses que se ha opuesto a las irracionales respuestas bélicas), que se adentrase en el inhóspito camino del autodescubrimiento hacia las raíces externas e internas del Mal. Lo que encontrase en ese negro lugar tal vez no le gustara demasiado: al final del trayecto el reverso de sí mismo, a Bin Laden/Sadam Hussein en el corazón de "sus propias tinieblas".



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