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51 segundos y primer gol del Milán. El veterano Maldini, igual el mejor defensa de la historia del fútbol, adelantó a su equipo en un suspiro. Agarró con la derecha (sí, su pierna buena) un centro medido de Pirlo. La final, pues, comenzó con 1-0, mal resultado, en especial ante un rival italiano. Benítez tuvo valor con su alineación. Con Baros y Kewell arriba. Pero pagó un precio, el dominio del Milán, que sólo se asustó a los 4 minutos en un zapatazo de Riise y, seguido, un cabezazo de Hyypiä. Luego, el duelo fue del Milán. Bien esperando a un timorato Liverpool, bien saliendo en contragolpes que dejaron en evidencia a la blandita línea defensiva inglesa.
Con el cambio de Smicer por Kewell, el Liverpool metió más presión al medio del campo, pero poco fútbol. En cambio, fue un lujo ver a los del equipo italiano sacar el balón jugado, con clase, verticalidad y potencia, todo lo que apenas mostró el Liverpool.
Mejuto González tuvo su cuota de protagonismo. A los 29 minutos (en una acción complicada de ver), anuló a Shevchenko un gol por fuera de juego. No lo era porque el pase no fue de Kaká, sino de un zaguero. Pero la gran polémica saltó segundos antes del segundo zarpazo milanista, el 2-0 de Crespo. Antes, Nesta cayó en su área y cortó con el codo desde el suelo el recorte de Luis García. Es decir, del 1-1 al 2-0 sólo va un plis , lo que tardaron Kaká y Crespo, de nuevo, en construir otra contra para el 3-0. Este Milán recordó al que goleó 4-0 al Steaua y Barcelona. Así se ganan finales...
Un sólo cambio táctico, y final nueva. Quitó Benítez a Finnan, introdujo a Hamann (que era titular en todos los pronósticos) y el Liverpool renació. El Milán, sin esperarlo, se vio abrumado por ocho minutos mágicos, de los que se recordarán en los libros de la historia del balompié. Gerrard, de cabeza, apenas animó a su hinchada. Parecía el tanto del honor. Pero no. Qué va. Vendrían más. Como el 3-2, en un zapatazo del menos esperado, Smicer. Se la comió Dida. Y seguían los reds al ataque. Penetración de Gerrard por el corazón del área, agarrón al brazo de Gattuso y penalti que sí pitó Mejuto. Le faltÓ, claro, la roja al medio milanista. La responsabilidad recayó en Xabi Alonso. Y se la sacó en primera instancia Dida, pero no en el rechace. El 3-3 llevó el éxtasis a la hinchada desplazada desde Anfield y alegró los corazones españoles. El milagro estaba hecho.
Tras el repaso, el Milán se recuperó. Tomó el mando y jugó con criterio. El mazazo moral, no obstante, lo acusaron los rossoneri . Sólo las indecisiones de Dudek (lo juro, iba para mejor portero europeo en el Feyenoord, ahora es una pena) alentaron la opción de un 4-3 final, que, por otra parte, habría hecho justicia a quien mejor fútbol practicó en la globalidad del duelo.
En la prórroga, el Liverpool se desfondó. Problemas musculares en varios jugadores y de control de la ofensiva de un Milán revitalizado con Tomasson y Serginho. Pero no llegó el gol en la primera parte del tiempo de prolongación. Tampoco en la segunda. Ahí surgió Dudek para hacer la parada del encuentro, tras un remate a bocajarro de Shevchenko. El Milán, mejorado con Rui Costa, lo intentó sin éxito hasta el último suspiro. Decidieron los penaltis, que se lanzaron en la portería de los seis goles de la final.
fuente: ELPAIS.es - Deportes - 25-05-2005
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