Otra semana más embriagado con el aroma que únicamente puede detectarse con determinada disposición anímica, a saber, la recepción total y absoluta de lo múltiple como pura radiación del Ser.
Otra semana más siendo atravesado por un caudal de emociones que ya se han constituido en el "núcleo central" (¿hay algún núcleo en sentido metafórico que no lo sea?) de mi alma, agitada por dulces corrientes de renovación física y espiritual, zarandeada por el arrobo de un éxtasis perpetuo en la contemplación de la belleza...
Una semana más siendo investido por la generosidad de un sentimiento que me subyuga, me conmueve, me pertenece y al que indudablemente pertenezco, ofreciéndome como resultado una especie de exaltación clarividente de los sentidos, dulces espasmos de lucidez que sabiamente entretejen razón y emoción en un universo de renovación experiencial y espiritual.
Una semana más marcada por el vértigo fulgurante que provoca un estado de felicidad absoluto. Es seguro que existen mil modos para afrontar el logro de la felicidad, sea ésta lo que sea para cada cual, pero asimismo es casi segura su total realidad emocional y psíquica para la persona inundada con su más que perceptible presencia.
Semana Santa ha finalizado, con sus interminables procesiones reflejo de esa masa lenta que busca constituirse finalmente como tal en un "más-allá" más allá de su racional inteligibilidad. Lamentación masoquista e identificatoria con el poder redentor de un símbolo.
Semana de procesiones, pasos, fe enfermiza, rituales pseudosagrados, encuentros en la sombra, crucifixión, muerte y resurrección. El mundo cristianizado refracta la auténtica doctrina de Cristo y llora su muerte en busca de una redención en un hipotético e improbable "mas allá".
Una semana más con el corazón abrasado por los recientes acontecimientos. ¿Qué hacer cuando el pasado vuelve a nosotros con la fuerza arrolladora de un ciclón? ¿Qué hacer cuando el transcurso del tiempo se convierte de pronto en un desierto cuyo final es precisamente este momento, un instante de plena felicidad capaz de resignificar todas las tinieblas para convertirlas de repente en un manantial de luz?
Otra semana más marcada por los tristes acontecimientos internacionales que vienen marcados, contabilizados, medidos, por el reloj del Infierno. Muerte, masacres, destrucción, miseria, hambruna, desolación, odio, ira, venganza, aniquilación, horror. Los gritos de los inocentes son ahogados por el fragor de las cruentas batallas en nombre de un vació nominal.
Una semana más marcada por la aproximación inexorable de los días santos (Espartaco en el horizonte), que amenizarán nuestras seculares y anticristianas existencias. La Guerra es un monstruo devorador de conciencias, de dinero, de esperanzas, de honradez, de luz, de Vida.
Comenzamos una semana con la fiesta del Padre sobre nuestro horizonte y nuestros bolsillos, para recordarnos la presencia indiscutible de una figura configuradora de nuestra psique, proyección por igual de aversiones y reverencias de carácter marcadamente totémico...
Comienza una semana que promete emociones laborales fuertes, al máximo de la resistencia humanoide, elongando los límites de soportabilidad hasta peligrosos puntos de no retorno, como una ecuación de geometría trascendente fundamentada en el estiramiento de la materia psíquica, es decir, una auténtico riesgo de capotar con la nave de la razón...
Una semana más que comienza con un Crystal (nada de minority) Report resistente a mis acertados juicios programáticos. Menos mal que lo haga con el excelso recuerdo de una experiencia estética absolutamente recomendable, Analogías Musicales: Kandinsky y sus contemporáneos...
Otra semana más en la crónica sobre el eterno retorno de lo mismo. Menos mal que para el nuevo desafío que se me presenta cuento con el estupendo recuerdo de dos reuniones extraordinarias centradas en encuentros de gran valor humano y afectivo, cuyas dos protagonistas son dos mujeres excepcionales, valientes, independientes, inteligentes, bellas y bondadosas.