FILMOLITOS (XXIV)

LOOPER de Rian Johnson (2012)

“Looper” es un blockbuster que disimula su origen al conjugar con habilidad y acierto el thriller, el cine negro y la ciencia ficción en una producción que también hace guiños al independiente, con el talante visionario de un “12 monos”, contando precisamente para ello con una megaestrella en el reparto, el gran Bruce Willis enfrentado a sí mismo en el pasado, haciendo de trágico “Terminator” humano en un escenario distópico, con la necesaria urbe nocturna plagada de insoslayables signos anticipadores de “Blade Runner”, y corriendo hacia un destino marcado por la oscura presencia de “La Furia” telequinética de un niño del maíz. Entretiene, absorbe, desafía y, sobre todo, se toma lo suficientemente en serio lo que cuenta como para saber homenajear con hondura, humor e inteligencia a sus múltiples referentes, y esto sin resultar nunca ni pretenciosa ni simple. Una gratísima y saludable sorpresa. Buena.

CLEANER de Renny Harlin (2007)

"El limpiador" es uno de esos thrillers rutinarios y aburridos de comienzo prometedor, desarrollo insustancial y, por supuesto, final desastroso y vergonzante. Solo la presencia del gran Ed Harris levanta el escaso nivel de una producción mediocre y vacua, también animada por la belleza incontestable de la elegantísima Eva Mendes, mucho mejor actriz de lo que por desgracia aquí demuestra. Ella, buena; la película, mala.

LA CABAÑA EN EL BOSQUE de Drew Goddard (2013)

Decepcionante este ejercicio de terror posmoderno, fractal, en pos de una deconstrucción del género a base de guiños metanarrativos, tratando de poner al descubierto las propias costuras del entramado del susto con humor de por medio, no mucho, porque a la postre el patchwork supuestamente experimetnal cansa y acaba transformado en algo mucho menos potente de lo que pretendía ser, homenajes a clásicos del terror aparte. Con algo más de acerba imaginación y rabiosa mala leche, esta variante terrorífica del show de Truman nos habría puesto los pelos como escarpias. Pasable, sin más.

EL LADO BUENO DE LAS COSAS de David O. Russell (2012)

Existencias a la deriva, familias disfuncionales, matrimonios quebrados, dolor... ¿o no? La película de David O. Russell comienza en la cresta de la ola y se va diluyendo como un azucarillo hasta lograr un final edulcorado en exceso, y lo hace a costa de vender la verosimilitud de ciertas situaciones potencialmente muy dramáticas a cambio de una forzada bonhomía perfectamente adaptada al deseo de redención y cierre confortable. Lo increíble es que el artefacto funcione hasta el final, emocione incluso, y ello se debe fundamentalmente a la portentosa labor de dos actores en estado de gracia: Bradley Cooper y, sobre todo, la maravillosa Jennifer Lawrence cuyo personaje borda y logra fascinarnos desde el mismo instante de su deslumbrante aparición. Aunque lo más perdurable está todavía por llegar, pues ese abrazo entre padre (aceptable Robert De Niro) e hijo (excelente Bradley Cooper) -el nudo gordiano de un conflicto profundo que solo es abordado de forma epidérmica-, nos pondrá otro nudo en la garganta, de pura emoción, porque es capaz de obrar un pequeño milagro: atrapar la verdad, el amor doliente e incondicional entre esos dos seres necesaria y patológicamente conectados, logrando que la experiencia traspase la pantalla y nos alcance de forma inapelable, visceral. Y después de todo, ¿daba para una nominación al Oscar como mejor película? En absoluto. Una película con algunos grandes momentos que no logran fraguar una gran película. Tan decepcionante como recomendable: Paradójica.

BARÓN ROJO, LA PELÍCULA de Javier Paniagua y José San Cristóbal (2012)

Con motivo del 30 aniversario de la mítica banda, los Barón Rojo aparcaron sus antiguas diferencias y emprendieron, por así decirlo, su último vals, un vals duro, potente y rockero, cuyo registro corre a cargo de este estimable documental, escueto, austero, y que nos regala momentos de indudable emoción cuando los protagonistas (los hermanos De Castro vs Hermes y Sherpa) se sinceran a la cámara hablando del sentido de su música, sus pasiones, la necesaria combatividad de sus textos, los orígenes, la llamada del rock, el merecido éxito, el reconocimiento internacional y la casi inevitable y muy traumática disolución del grupo, triste en cualquier caso, cuyos ecos resuenan todavía en el recuerdo de miles de fans dentro y fuera de España que continúan, continuamos reconociéndolos como uno de los grupos más influyentes dentro del amplísimo panorama del heavy metal. En nuestra memoria, con su poderosa música: Larga vida al Barón!!!

A MUSE (EUN-GYO) de Jung Ji-woo (2012)

Me llega la recomendación de mi querido y admirado Óscar Hernández. Su gusto es exquisito, y si en cuestiones musicales, de las que es un consumado experto, su criterio resulta poco menos que infalible, he de confesaros que tampoco en aspectos cinematográficos le he visto errar. Acierta, pues, con esta propuesta coreana, que cuenta con momentos de fino y arrebatado lirismo. Tal vez algo excedida en metraje, mi final preferido (para mí la película tiene dos, sucesivos) hubiera desembocado en una mirada a través de un cristal acompañada por un difuminado gesto, con el manto blanco de la nieve envolviendo el plano. El director decide forzar algo los acontecimientos y, a pesar de ello, logra capturar otro instante de “desgarradora belleza”, tal y como el viejo poeta califica la imagen que la joven protagonista, metáfora del deseo redivivo, imprime en su agostado espíritu. La disfrutaréis.

LA EDAD DE LA INOCENCIA de Martin Scorsese (1993)

Con este clásico me ocurre como con “Sin Perdón” del maestro Eastwood, que cada cierto tiempo, no demasiado, he de verla de nuevo para seguir creyendo en el Cine a pesar de toda la inanidad presente en la mayor parte de las nuevas producciones estrenadas dentro y fuera de nuestro maltrecho país. Scorsese pone su inmensa sabiduría al servicio de un guión adaptado prodigioso, y el resultado es una OBRA MAESTRA total, absoluta, incontestable, eterna; un auténtico Clásico Moderno, valga la redundancia, filmado con la sensibilidad solo al alcance de los creadores realmente grandes. Actores en estado de gracia, diálogos prodigiosos, ambientación perfecta, sutileza, inteligencia, poesía visual, hondura psicológica, desenlace memorable. Para disfrutar una y otra vez y otra más y otra, etc. Si todavía no la has visto -o la viste el día de su estreno para convencer a tu chica de que tú realmente eras un romántico pero en realidad ibas a lo que ibas...- es el momento de pedir perdón a los dioses del celuloide y congraciarte con ellos de aquí a la eternidad. ¿A qué esperas?

LOS MISERABLES de Tom Hooper (2012)

Abrumado, extasiado por la música, los textos, la emoción, las grandísimas interpretaciones (Hugh Jackman en la cumbre), y aunque la dirección de Tom Hooper patine en algún instante bien significativo, como por otra parte era previsible en un obra de semejante calibre, lo compensa sobremanera con un arrollador sentido del ritmo, aunando sin esfuerzo los abismos psicológicos de los personajes con el contexto histórico que sobrevuela y penetra sus azarosas existencias, para dotar finalmente al conjunto de una fuerza expresiva que logra zarandearnos en nuestros asientos durante el extenso metraje. Muy Buena.

LA VIDA DE PI de Ang Lee (2013)

Profunda decepción al ver la última obra de este gran cineasta que es sin duda el maestro Ang Lee, responsable de obras maestras como “Sentido y sensibilidad”, “Tigre y Dragón” o “Brokeback mountain”. “La vida de Pi” es, en el mejor de los casos, una película fallida y en el peor, lo que de verdad es, pretenciosa. Si bien su inicio promete abordar grandes cuestiones teológicas a través de un viaje existencial tremendamente personal, lo que ofrece la cinta durante gran parte de su metraje es un envoltorio preciosista que no puede ocultar la vacuidad de su contenido, que a la postre puede resumirse en algo tan, digamos, tautológico como “para creer en Dios has de creer en una fabulación generada a partir de datos reales, que les dote de un sentido teleológico y trascendente, y que por supuesto presuponga la existencia que eso mismo que pretendes demostrar”, y ello, por supuesto, sin pretenderlo o, lo que es más grave, pretendiendo ofrecer respuestas originales y definitivas al respecto. Para llegar a tan trivial conclusión el realizador utiliza toda una pirotecnia de imágenes y colores, con 3D incluido, haciendo pasar por profundo lo que solo es mero adorno con ínfulas. No cuela. Los premios recibidos por parte de la Academia corroboran un hecho incontrovertible: metieron la pata hasta el corvejón no reconociendo suficientemente la magistral “Brokeback mountain” por razones tan detestables como espurias, y quisieron compensar el desaguisado reconociendo a una obra muy menor. No pasa nada, “La vida de Pi” es un borrón en la prestigiosa carrera de un director excepcional que a buen seguro nos regalará grandes películas en próximos años. Esta, por desgracia, no lo es.

COSMOPOLIS de David Cronenberg (2012)

Cronenberg, maestro, dicen por ahí que filmaste una de tus películas más flojas. ¡Ja! Tu última “Cosmópolis” es tan personal, arriesgada, libre y potente como muchas de tus otras creaciones más significativas, muchas de ellas auténticas obras maestras. Acertaste plenamente con la elección de Pattinson, y le diste alas dentro de un guión árido, incisivo, doloroso e hiperlúcido, donde sabes simbolizar con sumo acierto el apocalipsis del capitalismo de tecnoficción mediante la detonación conceptual del mundo a través de las grietas de sus discursos, mostrando el vacío de sentido que lo soporta. Retrato amargo y sombrío, viaje al fin de la noche, inmersión en el oscuro y caótico abismo schellingiano dentro del necesario y fatídico drama de la libertad humana. A tus críticos ya les pueden ir dando. Hazme caso David, yo lo sé, tú mejor que nos la has regalado, la tuya es una película demoledora y directamente de culto. Enorme.