FILMOLITOS (XVI)
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FILMOLITOS (XVI)

Más nanocríticas para tu microfilme.

10 oct 2012

PINA de Wim Wenders (2011)

¡¡Atención!! Estamos ante una auténtica obra de arte. Materia güena güena para un filmolito fetén del que podréis disfrutar en su momento. Pero si hacéis caso omiso a mi recomendación y decidís no degustar esta maravilla rodada por Wim Wenders a mayor gloria de la bailarina y coreógrafa PINA BAUSCH, entonces, ay, no tendré más remedio que gritaros pegadito al oído y muy algo: ¡¡Bailad, insensatos!! Porque esta película lo merece, porque está llena de sensibilidad, belleza y emoción, porque la experiencia estética y conceptual es arrolladora, porque arrebata los sentidos y porque, qué diantres, es cine y del bueno. Oiga, ¿y esto no es ya una excelente nanocrítica? Touché.

 

MALTRATO A LOS KISS

Doble sesión de inhumano maltrato a los Kiss. Hablo de “Cero en conducta” de Adam Rifkin de 1999 (¿dónde te has metido Edward Furlong? Prometías y mucho) y sobre todo de la pésima y lamentable “Mal ejemplo” de David Wain (2008), con el Máster Stifler (Seann William Scott, por el que sentimos simpatía pero del que esperamos siempre mucho más) y un clon de la peor versión den Ben Affleck, Paul Rudd, verdaderamente triste. Ambos engendros fílmicos aprovechan la supuesta vena transgresora del grupo para acabar desliendo -aunque yo creo que sin ser muy conscientes de la afrenta- el mensaje en una insufrible y bobalicona melaza final. Lo de siempre, lo cual no deja de tener su gracia.

 

EL CID de Anthony Mann (1961)

Falsea la realidad, escribe la leyenda, repleta de anacronismos, sí, lo que ustedes quieran, pero no olviden que el propio Menéndez Pidal sancionó positivamente las múltiples licencias del guión comparando el trabajo con el popular Cantar del héroe. Sea como fuere, la película se sostiene por sí misma merced a unos valores cinematográficos incuestionables, contando con una producción mastodóntica a cargo del inmenso y visionario Samuel Bronston, y un trabajo actoral soberbio capitaneado por el siempre eficaz y certero Charton Heston dando vida al hombre y al mito, convertido por arte cinéfilo en un guerrero contradictorio y atormentado cuyo honorable código de honor le llevará a enemistarse con sus propios reyes (sin jamás perder el punto servil que se requiere en estos casos tan caballerescos), y a encontrar apoyo frecuentando amistades moras que, a la postre, le proporcionarán la conquista de Valencia como su anhelada y regia reconciliación. Todo un despliegue de medios instrumentales y artísticos para lograr una obra que entra por derecho propio en lo mejor del género épico, siendo como es una joya del gran Anthony Mann, a la sazón esposo de aquella exuberante Sara Montiel y que con suma habilidad supo instilar ciertos aires de western a esta singularísima odisea medieval. A fe que he de jurar deciros toda la verdad o fenecer cual bellaco recortador oficial de la corte y atribulado reino de (taifas de) España.

 

EL TOPO de Tomas Alfredson (2011)

Fría, precisa, entomológica, son calificativos que casan bien con esta pequeña obra de orfebre filmada con mano maestra por Tomas Alfredson, el realizador sueco que obtuvo un éxito rotundo con la perturbadora y sombría “Déjame entrar”, y cuyo estilo pausado y realista resulta el molde perfecto para contarnos esta historia de espías surgidos de la pluma no menos diseccionadora e implacable del gran John Le Carré creando un personaje tan paradigmático como el grisáceo y atormentado George Smiley a la caza de un supuesto “topo” infiltrado en el servicio de inteligencia británico. La trama es oscura, densa, compleja, y exigirá del espectador una atención minuciosa y constante que lógicamente se verá recompensado por una excelente ración de buen cine acompañada de una interpretación memorable, la que nos regala un magnífico, contenido, sabio y enorme Gary Oldman. Por cierto, dicen que la miniserie que lleva el mismo título original de la novela de Le Carré (“Calderero, sastre, soldado, espía”) es también excelente en factura y desarrollo. Una inmejorable oportunidad de comprobarlo tras habernos deleitado con esta extraordinaria película de un director a seguir muy de cerca.

 

COMPORTAMIENTO PERTURBADO de David Nutter (1998)

Aquí los únicos realmente perturbados son el director y el guionista, y todos aquellos malandrines que han perpetrado semejante monstruosidad. Ni el X-Men Marsden ni el siempre eficiente Nick "Connor" Stahl pueden sobrellevar con dignidad tanta vergüenza. Hasta aparece una jovencísima Katie Holmes trabajando aun peor que en "Batman Begins", y ya es decir. Mala hasta decir ¡basta! y aun mucho más.

 

GREEN LANTERN de Martin Campbell (2011)

Fábula moral sobre la derrota del miedo a base de fuerza de voluntad superadora del mismo, epítome algo ampuloso que por supuesto no convierte la película (más quisiera ella) en algo mínimamente destacable debido sobre todo a una dirección rutinaria y la insufrible superficialidad del conjunto, pero sobre todo a su propia cortedad de miras al haber comenzado con un planteamiento prometedor (las raíces neuróticas del miedo y las autodefensas temerarias, en el fondo cobardes, para combatirlo), cuyas estimulantes implicaciones muy pronto abandona en favor de una tópica y típica contraposición entre Bien (Voluntad-Verde) y Mal (Miedo-Amarillo) anuladora de cualquier atisbo de originalidad, complejidad, ambigüedad o cosa parecida. Llevaremos la contraria a la guapa modelo y actriz Blake Lively: “Grijander” no mola.

 

LOS NO MUERTOS de Los hermanos Spierig (2003)

Cuando uno cree haber visto la gran mayoría de las peores películas de la historia del cine es una más que grata sorpresa comprobar que no, que todavía puede encontrarse con joyas de lo que podríamos denominar “anticine”, algo así como lo peor de lo pésimo, un producto tan malo, tan execrable, tan infumable desde cualquier punto de vista que no hay más remedio que atesorarlo como una rara especie a proteger. La emoción paradójica tiene un culmen en esta aberración de zombies y alienígenas, una historia tan mal guionizada, dirigida, protagonizada y narrada que acaba por transformarse en una deformación esperpéntica de un subgénero que cuenta en su haber con ilustres representantes y creaciones, convirtiéndose a su pesar en una expresión monstruosamente crítica o tal vez espejo absurdo, ridículo y deformante de todos los innumerables tópicos y adulteraciones que pueblan tan oscuro y terrorífico universo. Ya digo, en lo más bajo de la escala, de cualquier escala relacionada con la calidad cinematográfica, y acompañada además por una banda sonora absolutamente cutre y lamentable, a la altura de las escenas que por desgracia trata inútilmente de resaltar. ¿Quieres ver algo realmente malo? ¿Quieres sentir el impulso de apagar la cinta y sin embargo no sucumbir a tal deseo porque adivinas que la siguiente escena será aun peor y te provocará más perplejidad todavía? Atrévete con este infernal engendro que pasa por méritos propios a engrosar los anaqueles atestados con las peores películas jamás filmadas.

 

JUEGO DE TRONOS (SERIE DE TV): PRIMERA TEMPORADA

Bien. No era exagerado. Me refiero a todo el río de alabanzas que había cosechado la primera temporada de la serie “Juego de Tronos”. Bajo mi punto de vista esto es Cine, cine del bueno, del imperecedero, del que llega a las entrañas y te atrapa y te emociona y te ofrece material para deleitarte y saborearlo una y otra vez tanto estética como intelectualmente, porque hay que retornar a ella recién concluida, volver a verla, disfrutando de cada detalle, cada conversación, de personajes complejos y maravillosos en medio de un universo de fantasía que, lógicamente, también es el nuestro porque sus habitantes son perfectamente reconocibles, están hechos de ruido y de furia, de los hilos del sueño, conformados por las pasiones que agitan nuestras mentes y nuestros corazones, y todo el conjunto, con esa sencillez aparente de lo que en realidad ha costado auténtico e inspiradísimo esfuerzo, rezuma profundidad y verdad. Afilad vuestras pantallas y preparaos para sumergiros en una rotunda, violenta, emocionante e imprescindible Obra Maestra. HBO, gracias de nuevo.

 

JUEGO DE TRONOS (SERIE DE TV): SEGUNDA TEMPORADA

Tras la magistral primera temporada las expectativas eran máximas, descomunales, podríamos decir que hasta exageradas. Por eso es complicado ponderar el resultado. ¿Mejor, peor o igual? Yo diría que distinto. Si bien la primera temporada lograba la perfección absoluta, mi sensación ahora no es de ese acabamiento perfecto, inmejorable, al que no le añadirías ni le quitarías nada, sino la de haber contemplado una obra mayúscula, extraordinaria, con muchísimos momentos de verdadero cine, pero también con algunas concesiones que la primera temporada evitaba en todos y cada uno de sus capítulos. Si a la primera temporada le otorgo un diez sobre diez, a esta le daré un ocho muy alto, rozando el nueve, lo cual indudablemente es muchísimo. Cierto abuso de la tensión con esperada y salvífica sorpresa en capítulos sucesivos, y aun cierto mínimo descuido en alguna de las múltiples subtramas que se abren es lo único que cabría restar dentro de esta torrencial inundación de buen cine que nos atrapa desde los primeros minutos y no nos suelta, ya exhaustos, hasta el final de sus nuevas diez horas de emoción, reflexión y profundidad cadenciosa, conducidos siempre por unos personajes memorables, trabajados al milímetro, complejos, llameantes y contradictorios, como por ejemplo ese enorme, grandioso y maravilloso Tyrion Lannister a quien da vida el multipremiado con justicia Peter Dinklage, o la atormentada y aparentemente gélida Cersei, su hermana (excelsa Lena Headey), que también lo es del temible Jaime Lannister, apodado el “Matarreyes”, que parece encarnar misteriosamente aquellas palabras de Genet en Diario del ladrón (“Cuanto mayor sea mi culpabilidad a vuestros ojos, entera y totalmente asumida, mayor será mi libertad y más perfectas mi soledad y mi unicidad”), sin olvidarme por supuesto del carcomido y atribulado Theon Greyjoy, el taimado y perverso Lord “Meñique” Baelish (gran Aidan Gillen) o de la inteligentísima Arya Stark y esas hipnóticas conversaciones que mantiene con el implacable señor de Roca Casterly Tywin Lannister, oscuro hierro buido en la mirada, interpretado de forma soberbia por un acertadísimo Charles Dance. Todo es excelencia en esta majestuosa serie de la que ya esperamos con ansia viva la llegada de su tercera temporada en el próximo 2013. Intensidad, emoción, profundidad, potencia expresiva, hondura, complejidad… ¿Continuará manteniendo este nivel tan elevado? Es la HBO, ya se lo hemos visto hacer en otras series de alto calibre, ¿por qué dudar entonces? Inclinémonos pues ante ellos, los auténticos señores del séptimo reino, el del Cine: siempre pagan sus deudas.

 

INTRUDERS de Juan Carlos Fresnadillo (2011)

Esperábamos mucho, quizá demasiado tras la notable “28 semanas después” y sobre todo retrotrayéndonos a la extraordinaria y originalísima “Intacto” que tanto nos había gustado y cuya impronta nos satisfacía imaginar perfectamente asimilada dentro del nuevo trabajo del talentoso director. Talento, desde luego, no le falta a este realizador para dirigir y crear una atmósfera opresiva y malsana como envoltorio de una historia cuyo arranque promete pero que a la postre ofrece un resultado muy pobre, vago, casi banal, una perfecta nonada. Preso tal vez de su precoz maestría, atrapado quizás en el cúmulo de percepciones deformantes que suele provocar una alabanza previa desmesurada o puede que plegado a los dictámenes de un presupuesto enorme al contar con una estrella del calibre de Clive Owen, el triste caso es que Fresnadillo pierde la osadía y la frescura de su anterior entrega y defrauda a propios y extraños, fundamentalmente a propios, y nos deja en el fondo con la certeza de su pericia, de su oficio, de su talento, ya digo, e imaginando la obra que hubiera podido filmar con mucho menos presupuesto, actores patrios, guión trabajado y libertad creativa. Chico, vales mucho, plantéate estas cuestiones muy en serio: o sigues tu camino o terminarás convertido en otro director más, del montón, puramente alimenticio, sin huella, sin personalidad y sin rostro. Cinta hueca.

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