Sustratos para bonsái
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Sustratos para bonsái

Es posible que uno de los temas más importantes a tener en cuenta para el correcto cultivo de un bonsái sea el sustrato, la tierra en el que el árbol se encuentra plantado y en la que debe vivir. De esta tierra dependerá en gran medida que se pueda conseguir el desarrollo de un buen cepellón de raíces o que el árbol goce de buena salud.

29 jul 2005


Es posible que uno de los temas más importantes a tener en cuenta para el correcto cultivo de un bonsái sea el sustrato, la tierra en el que el árbol se encuentra plantado y en la que debe vivir. De esta tierra dependerá en gran medida que se pueda conseguir el desarrollo de un buen cepellón de raíces o que el árbol goce de buena salud. Y también es posible que una de las primeras preguntas que se haga el aficionado cuando empieza a interesarse por el mundo del bonsai sea la siguiente: ¿Por qué no usar la típica tierra del campo? A fin de cuentas es la tierra en la que los árboles viven en plena naturaleza, así que ¿por qué cambiarla si ya va bien? Pues simplemente por que la maceta no es el bosque.
Puede parecer una respuesta trivial, pero tras esa afirmación se esconden toda una serie de circunstancias que hacen que la típica tierra que se puede encontrar por el campo no sea la más adecuada para cultivar en una maceta, es más, hacen que pueda convertirse en algo realmente perjudicial para el árbol a corto o medio plazo.

Las raíces van adaptar su comportamiento, hasta cierto punto, al tipo de sustrato en que se desarrollen: ramificarán mejor o peor en función del grosor de las partículas de tierra y lo angulosas que éstas sean, se desarrollarán más o menos uniformemente en función de lo compacta que sea la tierra en cada punto de la maceta, absorberán agua y nutrientes con mayor o menor facilidad en función de las características del sustrato, etc.
Las raíces buscan la facilidad, se extienden por aquellos lugares en los que encuentran menos obstáculos para realizar su labor. No se desarrollarán en suelos excesivamente compactos en los que no puede colarse algo de oxígeno, ni se dirigirán hacia suelos excesivamente pobres si pueden encontrar nutrientes en otra dirección. Algo muy a tener en cuenta a la hora de distribuir el abono en la maceta, y que al mismo tiempo tiene una aplicación práctica bastante curiosa en buena parte de nuestras ciudades: se pueden enterrar con relativa tranquilidad conductos de agua, gas o electricidad entre capas de arena ya que las raíces de los árboles plantados en las aceras los evitarán.

Autor: Sergio Yagüe


1- ¿Qué diferencias hay entre cultivar en maceta y hacerlo en el campo?

La primera diferencia, y seguramente la más evidente, se encuentra en el hecho de que en una maceta hay paredes mientras que en el campo no. De hecho no solo tenemos cuatro paredes sino que además tenemos un fondo que aísla casi completamente la tierra situada en su interior. Dependiendo del material con el que se haya fabricado la maceta, por ejemplo algunos plásticos o cerámicas cocidas a altas temperaturas, estas paredes pueden ser casi completamente impermeables incluso a los gases. Y es en esta impermeabilidad donde radica el primer gran inconveniente: la aireación y el drenaje se ven entorpecidos por el propio tiesto.

En el campo casi cualquier porción de tierra que tomemos tiene la posibilidad de intercambiar gases, airearse, con el resto de la tierra que la rodea y con la que está en contacto directo. Aparte, claro está, de hacerlo a través de su superficie. En una maceta esta aireación sólo puede llevarse a cabo por la superficie, y en menor medida a través de los agujeros de drenaje. Se trata de una reducción muy importante que debe ser compensada con el uso de un sustrato mucho más poroso que la tierra convencional del campo.
Con el agua nos encontramos con un caso muy similar. En el campo, a pesar de que la tierra pueda llegar a ser bastante compacta, el agua de riego o lluvia irá descendiendo poco a poco gracias a la acción de la gravedad, a menos que encuentre algún obstáculo que lo impida, hasta que sea totalmente absorbida por la tierra o, si la cantidad de agua es suficiente, alcance el nivel freático de la zona. En una maceta esto no es así; el agua desciende por el sustrato hasta el fondo de la maceta y finalmente escapa por los agujeros de drenaje. Pero solo saldrá por éstos cuando la capa de tierra que hay justo sobre el fondo de la maceta se encuentre completamente saturada de agua, y saturada permanecerá hasta que algo cambie esa situación. Ese algo van a ser dos factores; la evaporación y la acción de las raíces. El primero, la evaporación, casi puede considerarse despreciable en la práctica pues sus efectos son muy tenues en el fondo de la maceta. Lo que deja a las raíces casi como las únicas responsables de sacar el agua de esa capa saturada.
El problema es que las raíces no suelen vivir bien en ambientes completamente saturados de agua por lo que esta capa tardará bastante en secarse, y precisamente por permanecer tanto tiempo encharcada, las raíces nunca conseguirán colonizarla completamente; la podredumbre hará su aparición enseguida. Esta situación estancada va a dejar una zona de la maceta poco aprovechable. La altura de la columna de sustrato saturado de agua variará en función del grosor de las partículas de tierra, de forma que será mayor cuanto más pequeñas sean éstas, y estas partículas pueden llegar a ser muy pequeñas en la tierra típica del campo.
En resumen, cuanto más denso y compacto sea el sustrato en el fondo de la maceta, mayor cantidad de agua retendrá y mayor será la capa saturada en la que no podrán vivir las raíces.
Este fenómeno no sólo se produce en macetas, también puede darse en la naturaleza cuando se encuentran dos capas diferenciadas de tierra: bajo una primera capa aparece otra más impermeable, por ejemplo arcillas compactas o incluso roca. El agua, antes de continuar descendiendo, se acumula en la franja situada justo sobre la frontera entre las diferentes capas hasta que ésta se satura. No es infrecuente que un jardinero descubra que, tras desenterrar alguna planta que no acaba de desarrollarse como es debido, hay una inesperada capa de rocas o arcilla unos pocos centímetros bajo la tierra en la que la había plantado, encontrándose así la tierra encharcada y multitud de raíces podridas. Justo la misma situación que tenemos en una maceta en la capa más profunda, la que se encuentra sobre el fondo del tiesto. En realidad en una maceta el efecto es más acusado pues el sustrato se encuentra casi completamente rodeado.
De todo esto se deduce que en pleno campo es factible plantar en suelos más densos que llevarán al fracaso de ser utilizados en macetas.
Como efecto secundario se puede comentar que la tierra típica de campo al estar formada en gran proporción por partículas de tamaño muy pequeño, casi polvo, va a ver como éstas son arrastradas hacia abajo con cada riego empeorando aun más si cabe la situación de la capa saturada de agua del fondo de la maceta, además de ir dificultando con el paso del tiempo la evacuación de agua por los agujeros de drenaje hasta el punto de poder obstruirlos casi completamente.

Otra diferencia entre el cultivo en el campo y en una maceta es la disparidad de temperaturas que puede llegar a alcanzar la tierra en ambos medios. En el bosque, a unos centímetros bajo la superficie, la temperatura es bastante estable y en verano puede rondar entre los 20 y 30 grados. En una maceta situada al sol se pueden superar los 40 grados con facilidad en su interior, pudiendo llegar a la temperatura de ebullición del agua si el clima es muy cálido, y sobretodo si el material de la maceta no es de calidad (macetas de plástico, por ejemplo, malas cerámicas, o incluso esas latas que a veces se pueden ver recicladas como improvisados contenedores). Las consecuencias de estas temperaturas tan elevadas son diversas: en primer lugar pueden acabar dañando las raíces a partir de cierto punto, y en todo caso dificultando su labor; en segundo lugar, unidas a una humedad elevada, favorecen un enorme incremento en la actividad de los microorganismos del suelo. Algo que como veremos algo más adelante puede ser bastante perjudicial para el buen desarrollo de la planta.

Por último podríamos comentar aún otra diferencia entre el cultivo en el campo y en un contenedor, aunque pensando un poco seguramente se podrían encontrar más, y es el hecho de que en una maceta se dispone de un espacio muy limitado; espacio a compartir tanto por el sustrato como por las raíces del propio árbol. Con plantas anuales puede no ser un factor muy significativo, pero con las leñosas es algo fundamental. Las raíces del árbol van a crecer año tras año, tanto en longitud como en calibre, durante una buena cantidad de meses cada temporada a diferentes velocidades según la especie, pero creciendo indudablemente. Por ejemplo la raíz de un haya puede crecer unos 5mm al día, pero la de un chopo puede llegar al centímetro diario, y eso es una gran cantidad de espacio que va a ser ocupado en detrimento del sustrato que se irá degradando por la acción erosiva de las raíces. Si se parte de un sustrato muy compacto, las raíces empeorarán la situación compactándolo aún más.


2- Características del sustrato:

El sustrato de una maceta es el medio en el que la planta debe subsistir y desarrollarse. El sustrato debe permitir que la planta pueda anclarse, debe favorecer el adecuado desarrollo y funcionamiento de sus raíces, debe proteger a dichas raíces del sol, del viento, de las temperaturas extremas y en general de cualquier inclemencia, debe ser capaz de proporcionar todos los elementos necesarios para la planta, y debe ser capaz también de recoger sus desechos.

Algunas características deseables que debería presentar el sustrato son, por ejemplo:

1-Debe encontrarse homogéneamente mezclado, sin porciones apelmazadas ni grumos destacables.
2-Debe drenar bien y mantener lo mejor posible su consistencia a lo largo del tiempo para así permitir una buena aireación de las raíces.
3-Debe tener una buena capacidad de retención de humedad y nutrientes.
4-Debe presentar mínimas variaciones de volumen entre su estado seco y humedecido.
5-A ser posible no debe contener semillas entremezcladas ni microorganismos patógenos.
6-Debe ser adecuado a la planta que se vaya a cultivar y sobretodo a su estado de desarrollo.
7-Debe ajustarse a las condiciones climáticas de la zona y a las posibilidades de cultivo del aficionado.


3- Aspectos que determinan el comportamiento del sustrato:

A grandes rasgos se puede decir que básicamente el sustrato tiene una única función: asegurar el correcto desarrollo de las raíces. Y serán éstas las que se encarguen del resto.


3.1-Aireación y retención de agua.

El sustrato, su mezcla de componentes, ha de ser capaz de suministrar agua, nutrientes y oxígeno a la planta situada en el contenedor, o más bien debe permitir que las raíces puedan tomarlos sin dificultades. Al mismo tiempo que debe recoger los productos de desecho excretados por ésta como parte de su actividad natural. Entre estos productos de desecho se encuentra el dióxido de carbono, CO2, excretado tanto por la planta como por el resto de seres vivos que hayan colonizado ese sustrato, ya sean hongos, bacterias o insectos, que ha de poder escapar a la atmósfera sin demasiados problemas. Es decir, resulta imprescindible el uso de un sustrato poroso ya que éste debe permitir el intercambio de gases entre las raíces y la atmósfera: tomar oxígeno, y expulsar dióxido de carbono. En este intercambio se debe tener en consideración que el espacio disponible para estos gases entre las partículas del sustrato siempre es limitado, por lo que el exceso de uno de ellos va en detrimento del otro y eso repercute negativamente en el desarrollo de la planta. En realidad lo que siempre acaba ocurriendo cuando hay problemas de aireación es que los niveles de CO2 van aumentando hasta el punto en que las raíces no pueden encontrar el oxígeno necesario para trabajar.
La forma de evitar estos problemas de aireación es utilizar una mezcla de sustrato lo más porosa posible, es decir con gran cantidad de huecos entre las partículas por los que el aire pueda circular. Y para asegurar esta porosidad se debe tener especial cuidado con el tamaño de las partículas empleado: cuanto más grandes sean éstas, mayores serán los huecos que queden entre ellas, y por tanto más fácil será la aireación. Además, también va a ser de vital importancia conseguir que este tamaño sea lo más uniforme posible para todas las partículas que forman la mezcla, o por lo menos para todas aquellas que se encuentran en una misma capa del sustrato, ya que de haber partículas grandes y pequeñas mezcladas entre si, las de menor tamaño se colarían entre las mayores reduciendo así el espacio libre disponible. Como ejemplo se puede pensar en un jarrón lleno de guijarros de río; entre los guijarros van a quedar bastantes huecos por los que el aire podrá circular sin problemas. Pero si tras colocar los guijarros en el jarrón se añade arena de playa, ésta se filtrará entre los guijarros de forma que apenas quede espació libre.

A este espacio libre entre partículas se le suele llamar Capacidad de Aireación, y será en este espacio donde, tanto raíces como demás organismos colonizadores del sustrato, liberen el dióxido de carbono, y del que tomen el oxígeno. Por lo que o existe algún método de renovación o poco a poco la cantidad de uno irá aumentando y la del otro disminuyendo. El elemento encargado de forzar esta renovación es el agua de riego. Conforme esta desciende por el sustrato empuja el aire viejo fuera de la maceta a través de la superficie y los agujeros de drenaje, al mismo tiempo que hace que aire fresco penetre en su interior. En esta circunstancia radica uno de los motivos por los que se insista en que debe regarse hasta que se vea como el agua sale por los agujeros de drenaje: hay que asegurarse, no solo de empapar todo el sustrato, sino de renovar la totalidad del aire contenido en la maceta. O por lo menos la mayor parte posible.
Regando por inmersión la situación es la misma: se sumerge la maceta hasta que las burbujas de aire dejen de ascender, señal de que el aire que contenía el sustrato ha salido ya, y entonces se saca la maceta. Al salir el exceso de agua por los agujeros de drenaje arrastrará el aire fresco al interior.

Al mismo tiempo que permiten la aireación del sustrato, las partículas que lo componen también han de retener una parte del agua de riego para que las raíces puedan tomarla, así como los nutrientes que lleva disueltos, o de lo contrario esta agua saldría tan rápido como entrara a través de los agujeros de drenaje. Parte del agua de riego es absorbida por las partículas pasando a su interior en mayor o menor cantidad según el material del que se trate: nada en caso de granos de arena, bastante en caso de arcillas. Pero hay otra parte que sencillamente queda pegada a las paredes de las partículas del sustrato, compitiendo con el aire por el espacio libre dentro del sustrato. De ello se deduce que, para un mismo tipo de material y por tanto una misma capacidad de absorción de agua, el sustrato que presente una mayor superficie retendrá más agua que el que presente una más pequeña. Teniendo en cuenta que a menor tamaño de partículas, mayor superficie total, es fácil concluir que un sustrato formado por partículas de menor tamaño va a retener más agua que uno formado por partículas grandes. Usando los mismos materiales en ambos casos, claro está. Y también es fácil concluir que dado que esta agua pegada a las paredes de las partículas ocupa parte del espacio de aireación antes comentado, a mayor cantidad de agua retenida, menor cantidad de aire en el sustrato.
Como casi siempre se debe buscar un equilibrio entre ambas necesidades de la planta.

Otro aspecto interesante que conviene recordar a la hora de elegir los materiales que formarán el sustrato del bonsái es que aquellas partículas de superficie mas rugosa, o incluso porosa, van a retener una mayor cantidad de agua que aquellas que sean completamente lisas. Por ejemplo, partículas de grava volcánica retendrán más agua que otras del mismo tamaño de arena de río.

Por último también conviene tener en mente la maceta a la que irá destinado dicho sustrato, concretamente su forma. Al regar con una suficiente cantidad de agua veremos como parte de ésta sale por los orificios de drenaje por efecto de la gravedad. La cantidad de agua que salga va a depender también de la forma del tiesto. En macetas muy planas la columna de agua que se forma al regar no es muy alta, por lo que la presión que ejerce en el fondo del tiesto tampoco será elevada y escapará poco agua por el agujero de drenaje. En macetas más altas esta columna también es más alta, y por tanto la presión por centímetro cuadrado que ejerce en el fondo del tiesto por efecto de la gravedad será igualmente mayor, lo que hará que la cantidad de agua desalojada sea mas grande.


3.2-Intercambio de partículas

Para que las raíces tengan acceso a los nutrientes, estos deben ser retenidos en las partículas del sustrato. Y para ello resultará de vital importancia la colaboración del agua.
El agua es capaz de disolver mas sustancias que cualquier otro elemento, y esto es debido en parte a que tiene una de las constantes dieléctricas más altas que se conocen. Este parámetro mide la capacidad de neutralizar la atracción entre cargas eléctricas y gracias a esta propiedad el agua resulta un solvente especialmente adecuado para electrolitos y moléculas polares. Es decir, adecuado para partículas con carga eléctrica, iones, que componen buena parte de los nutrientes que necesita la planta. La parte positiva de una molécula de agua es atraída por la parte negativa de una molécula polar, y viceversa. De esta forma el agua va a arrastrar disueltos a los nutrientes en forma de ión desde la superficie del sustrato hasta su interior. Donde quedarán situados sobre la superficie de las partículas que forman dicho sustrato, al alcance de las raíces, junto con la película de agua que los ha arrastrado hasta allí. En este punto interviene la capacidad del sustrato en cuestión de atraer y retener también a las partículas con carga, a los iones. El sustrato debe poder atrapar estos iones, y si no dispone de partículas adecuadas para ello casi cualquier abono resultará poco eficaz.

Una vez llegados a este punto las raíces tienen a su alcance, o deberían tenerlo, todo aquello que necesitan para realizar su trabajo: agua, nutrientes y oxígeno.
El agua la tomarán a través de la membrana semipermeable de unas células especializadas que se encuentran en los extremos de la raíz mediante el proceso de ósmosis. Esto quiere decir que al agua pasará a través de la membrana del medio con una menor concentración de sales minerales disueltas hacia aquel en la que esta concentración sea mayor, tratando de igualarlas.
Si todo va bien esto implica que el agua pasará del sustrato al interior de la raíz. Pero puede darse el caso en que la concentración de sales acumuladas en el sustrato sea tan elevada que ocurra precisamente lo contrario: el agua salga de la raíz hacia el sustrato. Si ocurre esto, a causa de un exceso de abono añadido o causa una progresiva acumulación de sales en el sustrato, por mucho que se riegue la planta puede acabar muriendo por falta de agua. Muriendo de sed.
Las partículas nutritivas van siendo absorbidas por la planta a un ritmo más lento que el agua acumulándose temporalmente en el interior de la raíz, de esta forma la concentración de sales se mantiene mayor que en el exterior y el proceso de ósmosis puede funcionar. Estos solutos, los nutrientes, se absorben y almacenan de forma selectiva a un ritmo distinto para cada compuesto, dependiendo en muchas ocasiones la velocidad de absorción de uno de ellos de la cantidad presente de otro distinto.


3.3-PH

El PH nos da una idea de la acidez o alcalinidad del sustrato, y se mide en una escala que va de 1 a 14, donde 7 se considera neutro, 1 extremadamente ácido y 14 extremadamente alcalino. La acidez se debe a la concentración de iones de hidrógeno, produciéndose generalmente en zonas de lluvias abundantes, mientras que la alcalinidad responde a la concentración de iones de hidróxido, predominando en zonas con una menor cantidad de precipitaciones.
La mayor parte de los árboles parecen preferir suelos neutros o ligeramente ácidos (Ph alrededor de 6,5), a excepción de algunas variedades, como por ejemplo azaleas o camelias, que parecen prosperar mejor en suelos especialmente ácidos (con Ph entre 4,5 y 5,5). Son pocos los que se viven mejor en suelos alcalinos, y prácticamente nada crece por encima de Ph 9.

Valores muy elevados tanto de acidez como de alcalinidad causarán carencias en la planta pues diferentes elementos se convierten en inaccesibles para las raíces que no son capaces de arrancarlos del sustrato que las rodea. De la misma forma, estos posibles valores extremos en el Ph van a dificultar el buen funcionamiento de las micorrizas, llegando a destruirlas por completo. En suelos muy ácidos la actividad bacteriana se ve inhibida notablemente lo cual, por un lado es positivo pues éstas ya no competirán con las raíces por el oxígeno ni liberarán dióxido de carbono de desecho al sustrato, y por el otro es negativo pues tampoco van a descomponer la materia orgánica / abono para que así la planta pueda obtener los nutrientes que necesita. Por tanto por mucho abono que se añada, la planta no podrá utilizarlo. En suelos muy alcalinos, Ph básico, el efecto es el contrario; la actividad bacteriana se ve muy estimulada con la consiguiente reducción en los niveles de oxígeno disponibles para la planta, y la posible acumulación de dióxido de carbono.

En general se puede concluir que lo que realmente afecta a la planta son los efectos secundarios de un Ph excesivamente alto o bajo, mas que el Ph en si mismo. Aunque evidentemente los valores más extremos van a dañar definitivamente las raíces. Estos efectos secundarios suelen traducirse en carencias de determinados elementos, ya sea por la disminución en la actividad bacteriana, ya sea por que los elementos nutrientes se vuelven mucho más complicados de liberar del sustrato. Por ejemplo con un Ph bajo, ácido, la planta tendrá problemas para obtener los iones de calcio, potasio, azufre, etc., mientras que con un Ph alto, básico o alcalino, la planta verá dificultada la obtención de los iones de cinc, fósforo, hierro, manganeso, etc. Si uno es capaz de suministrar dichos elementos problemáticos de forma que la planta pueda asimilarlos de forma más fácil en ocasiones resulta factible cultivar especies con sustratos de un Ph poco adecuado, sin dejar por ello de resultar un tanto engorroso.

En caso de que se desee modificar ligeramente el Ph en ocasiones pueden emplearse remedios caseros, siempre con cuidado de que las variaciones no sean muy bruscas. Por ejemplo añadir ceniza de madera o cal al sustrato para hacerlo más alcalino, o agua con algo de vinagre para acidificar. De todas formas estos remedios mas o menos de estar por casa deben tomarse con cierta prudencia ya que pueden llegar a ser perjudiciales. Lo mejor es preparar de entrada la mezcla de sustrato adecuada a nuestras necesidades.


3.4- ¿Materia orgánica?

Este es otro punto interesante al hablar sobre sustratos, y también un tanto polémico. Se pueden encontrar aficionados tanto a favor de su presencia en las mezclas, como otros totalmente en contra, y en realidad uno puede plantear argumentos en ambos sentidos.

Por un lado, la materia orgánica presenta algunos puntos positivos como por ejemplo ser la encargada de convertir el sustrato en algo vivo, favoreciendo la presencia de todo tipo de organismos, desde simples unicelulares hasta insectos y lombrices. Se ha calculado que en unos cuatrocientos gramos de suelo fértil puede haber del orden de billones de organismos vivos de todo tipo.
Existen bacterias que transforman el humus durante el proceso de su descomposición en elementos nutritivos aprovechables por la planta que de otra forma no estarían disponibles. Al mismo tiempo este humus irá reduciendo su volumen conforme se descompone por lo que se libera espacio para las nuevas raíces en desarrollo.
Existen asimismo bacterias que procesan el nitrógeno atmosférico formando compuestos asimilables por la planta, y hay que tener en cuenta que si bien el nitrógeno resulta vital para el correcto desarrollo de nuestros bonsáis, éstos no podrán obtenerlo de los compuestos inorgánicos pues durante el proceso de formación de dichos compuestos, el nitrógeno escapa a la atmósfera.
Además la presencia de materia orgánica ayuda a mantener la temperatura más uniforme, algo interesante pues las raíces toleran bastante peor que la parte aérea de una planta las temperaturas extremas.

Por otro lado la presencia de materia orgánica también nos va a dar algunos quebraderos de cabeza de consideración en función del tipo de que se trate, por ejemplo turbas, de cómo lo usemos y sobretodo de en que cantidad lo usemos.
Como primer punto negativo tenemos que su volumen no será constante, aumentará bastante al humedecerse e irá disminuyendo conforme se seca. Algo poco recomendable, pues estos continuos movimientos en el sustrato no suelen ser del agrado de las raíces. En casos extremos en los que la proporción de materia orgánica es muy elevada, se puede ver cómo incluso el sustrato se despega del borde de la maceta, quedando reducido a una masa compacta en torno al cepellón que resulta muy complicada de volver a humedecer adecuadamente. Y es aquí donde aparece otro de los puntos negativos del exceso de materia orgánica en el sustrato: tiende a compactarse rápidamente en grumos más o menos grandes que no dejan que el agua, ni el oxígeno, penetre bien en su interior, por lo que pueden quedar zonas del sustrato sin regar aunque veamos como el agua chorrea por el drenaje. Estas zonas compactas de materia orgánica no van a permitir que las raíces se desarrollen correctamente en su interior por falta de oxígeno y humedad, y si éstas no habían colonizado esa zona de la maceta antes de que el sustrato empezara a decaer, ya no lo harán. El proceso de compactación del sustrato es mucho más lento para los elementos inorgánicos.

La materia orgánica está formada por multitud de partículas de tamaño bastante pequeño, que se van descomponiendo en otras cada vez más y más diminutas por la acción de los microorganismos conforme pasan los meses. Esto quiere decir que buena parte de esas partículas se ven arrastradas hacia el fondo del tiesto con cada riego, donde se van acumulando, entorpeciendo cada vez más el drenaje y la aireación. Al mismo tiempo provocarán que la columna de sustrato saturado de agua mencionada anteriormente sea cada vez mayor.
Otro factor problemático del uso de materia orgánica en las mezclas son los mismos microorganismos. La presencia de materia orgánica favorece la aparición de éstos, así como la de insectos, que si bien en ocasiones son muy beneficiosos, incluso necesarios, también los hay perjudiciales en extremo. Una posible solución es esterilizar el sustrato tratándolo a altas temperaturas, o usando sustancias químicas. Existe otro método de esterilización muy utilizado en otros ámbitos que consiste en el uso de chorros de vapor a altas temperaturas, pero en este caso presenta el inconveniente de que contribuye a la pérdida de consistencia del sustrato y por tanto no es nada aconsejable. De cualquier forma, una vez esterilizado por el método que sea, habremos eliminado también aquellos microorganismos beneficiosos por los que nos interesaba tener materia orgánica en la mezcla, y como efecto secundario lo que ocurrirá es que los primeros microorganismos que lleguen y colonicen este sustrato no encontrarán competencia extendiéndose con suma rapidez. Si no hay suerte y el primero que llega es un organismo dañino para la planta, tendremos serios problemas.
Esterilizada o no, multitud de organismos acabarán colonizando esta materia orgánica: hongos, bacterias e insectos. En una maceta su actividad será bastante más frenética de lo que sería en el campo a causa de unas temperaturas más elevadas y una mayor humedad, así que la producción de CO2 de desecho será también bastante más elevada de lo que sería en el campo. Además, esta actividad acelerada redundará en la descomposición del componente orgánico del sustrato a un ritmo igualmente acelerado: no sólo se producirán grandes cantidades de CO2, sino que además el sustrato se degradará, compactándose en muy poco tiempo. Puede que este efecto no resulte demasiado importante tratándose plantas anuales, como las empleadas habitualmente en jardinería, pero con plantas leñosas, que deben permanecer varios años en el mismo sustrato, resulta un gran inconveniente. Por otro lado debemos recordar que las raíces, que también producen su cuota de CO2 de desecho, van a verse obligadas a competir con toda esa multitud de organismos por el oxígeno presente, algo que limitará su desarrollo, sobretodo en las épocas más cálidas en que la actividad de los organismos colonizadores del sustrato es mayor. De este modo nos acabaremos encontrando con el problema de tener grandes cantidades de dióxido de carbono y un sustrato con una capacidad de aireación y drenaje muy baja. El resultado es previsible: muerte de las raíces.

Para concluir, ¿es, o no es, aconsejable usar materia orgánica en las mezclas de sustratos? Pues la verdad, considerados los puntos a favor y en contra, y a la vista de la experiencia, lo mejor sería reducir su cantidad al mínimo. O casi mejor eliminarla totalmente.
También es cierto que hay algunos componentes orgánicos menos problemáticos que otros. Por ejemplo tenemos el caso del humus de lombriz, que acaba descomponiéndose más o menos rápidamente sin dejar apenas residuos que estropeen la mezcla. En este caso, mezclado adecuadamente en el sustrato, puede servir de abono durante meses para luego acabar desapareciendo sin mayores problemas. Otros componentes, como por ejemplo turbas, permanecerán en el sustrato degradándolo a un ritmo mucho más elevado de lo que ocurriría si no estuvieran presentes.

Eso si, usando mezclas formadas totalmente por componentes inorgánicos se debe tener un cierto cuidado con el abono. En este caso usar exclusivamente abonos químicos no es lo más adecuado por varias razones: la planta acabará muy posiblemente con carencia de microelementos, y su uso no favorecerá en nada la presencia de aquellos microorganismos necesarios para el buen funcionamiento de las raíces. Estaríamos recreando casi un cultivo hidropónico.
El abono orgánico, utilizado en mezclas en las que no hay nada de materia orgánica, actúa de corrector del suelo aportando los nutrientes necesarios para la planta, además de ir incorporando poco a poco, conforme se descompone, un cierto componente orgánico al sustrato. Este componente orgánico añadido con lentitud permitirá tener un suelo “vivo” sin buena parte de los inconvenientes para el drenaje y la aireación que suponía añadir directamente un porcentaje elevado de determinadas materias orgánicas.

3.5-Evolución con el tiempo

Algo que todo aficionado debe tener muy claro es que no hay nada inmutable, y que por tanto las propiedades de cada mezcla de sustrato van a ir variando con el tiempo conforme se cultive sobre ella. Y también debe tener claro que esos cambios siempre van a ser para peor: el sustrato se irá degradando hasta el punto de que resulte necesario cambiarlo. En la naturaleza cuando una parte de la tierra se degrada demasiado las raíces simplemente buscan nuevas zonas en las que prosperar, en una maceta no será posible quedando esa tarea en manos del aficionado.

Algunos factores que contribuyen a degradar las propiedades del sustrato son:

-Las raíces se desarrollan ocupando cada vez un volumen mayor y, por tanto, comprimiendo las partículas del sustrato hasta que estas acaban perdiendo su consistencia original compactándose en un único bloque. Este efecto es mucho más acusado en partículas arcillosas, o en partículas no pétreas en general.

-Las alternancias entre humedad y sequedad, los sucesivos riegos, los cambios de temperatura, etc., contribuyen también a la disgregación de las partículas del sustrato hasta que estas se convierten en polvo.

-Restos del uso de abonos orgánicos se van acumulando sobretodo en el fondo de la maceta.

-El Ph, la capacidad de intercambio de iones y el contenido de sales acumuladas en el sustrato también son factores que evolucionan desfavorablemente con el paso del tiempo en parte fruto de la actividad biológica de los organismos que colonizan el sustrato, en parte por el uso de abonos químicos u orgánicos, y en parte por la misma agua de riego.

-En caso de que se añada materia orgánica a la mezcla de sustrato, esta va a empezar su proceso de degradación a mayor o menor velocidad casi inmediatamente por la acción de los microorganismos; se descompone.

-La presencia de cal en el agua, aunque sea muy baja, acaba haciéndose notar con el tiempo conforme ésta se va acumulando en el sustrato sustituyendo otros elementos necesarios para el buen desarrollo de la planta.

-Etc.


4- Mezclas de sustratos

En el apartado de mezclas, a poco que se pregunte por ahí, uno se da cuanta de que cada aficionado e incluso cada profesional tiene sus preferencias y acaba ajustando el sustrato a aquello que mejor se adapte a sus condiciones de cultivo particulares. En buena parte de casos, si se tienen en cuenta los aspectos comentados anteriormente, la mezcla obtenida suele ser perfectamente válida, a pesar de que probablemente no sea exactamente igual a la utilizada por otros aficionados.

Las mezclas habituales suelen estar formadas por dos o tres tipos de componentes básicos: arcillas más grava, o materia orgánica más arcillas más grava. En proporciones variables según las necesidades de cada uno. Las partículas de arcilla tienen como función la retención de agua y nutrientes, así como facilitar el drenaje y aireación mientras no se degraden. Y precisamente por lo inevitable de este proceso de degradación, conviene añadir un componente pétreo al sustrato; la grava. Puede ser de origen volcánico o simple arena de río, pero en cualquier caso debe ser algo inerte que asegure una cierta aireación en el sustrato aunque el resto de componentes se colapsen. Además jugando con su proporción respecto a la de arcilla podremos variar la capacidad de retención de agua del sustrato, algo interesante pues no en todos los climas los árboles van a necesitar la misma cantidad de agua: en zonas más húmedas conviene que el suelo retenga menos, pues así podrá secarse entre riegos con más facilidad, en zonas muy secas puede interesar precisamente lo contrario.
Por último el componente orgánico suele añadirse para favorecer la vida microbiana en el sustrato e incluso servir de abono.

No creo que se pueda hablar de un sustrato universalmente ideal, pero de lo que si se puede hablar es de algunos que responden mejor que otros en la mayor parte de los casos y, por tanto, en los que la planta se desarrolla mejor. Por ejemplo sustratos con un componente orgánico al cien por cien dan muy malos resultados, y las raíces nunca llegan a desarrollarse como es debido. Eso cuando la planta no muere simple y llanamente. Añadir una pequeña cantidad de, por ejemplo, volcánica para mejorar el drenaje tampoco es buena solución y el resultado acabará siendo mas o menos el mismo.
Sustratos formados por materia orgánica, mas arcillas, mas volcánica (o grava de río) ofrecen resultados aceptables en función de la proporción, y composición, de la parte orgánica. Y del tipo de arcilla, claro.
En general el mejor comportamiento, tanto de la planta como del sustrato, se suele obtener en mezclas casi sin componente orgánico: arcillas más volcánica (o grava de río). Y dentro de esta categoría concretamente se pueden destacar las mezclas de akadama más volcánica. Las proporciones de uno y otro componente variarán en función de la cantidad de agua que uno desee que retenga, pero un cincuenta por ciento de cada uno suele ir bastante bien.


5-Tipos de sustratos

Algunos de los tipos de tierras mas comúnmente utilizados hoy en día por los aficionados en la preparación de sustratos son:

Arcillas: Se trata de silicatos de aluminio hidratados, con más o menos impurezas según el tipo.

-Vermiculita: Es un material semi-artificial sometido a altas temperaturas que en su forma natural es una mica de color pardo y de estructura laminar. Es un silicato alumínico-magnésico. Se trata de una tierra de Ph algo alcalino, entre 7 y 7,2.

-Lutita: Es una arcilla que no se hincha al absorber agua. Es blanda y en función de su contenido de hierro y materia orgánica puede ser negra, gris o roja. Su Ph es ligeramente ácido.

-Kanuma: Se trata de una arcilla de PH bastante ácido, se trata del sustrato ideal para azaleas, a fin de cuentas es la tierra nativa de estas en el Japón, y en general todo tipo de plantas acidófilas.

-Sepiolita: Arcilla de color gris claro y Ph algo básico. Resulta muy blanda al humedecerse perdiendo su consistencia con relativa facilidad. En ocasiones se añade una pequeña cantidad a la mezcla típica de akadama para su uso con árboles que gustan de suelos ligeramente alcalinos, como los juníperos.

-Kiriuzuma, kiriu: Tierra arcillosa tipo limonita, con un alto contenido férrico. Es un sustrato ideal para pináceas.

-Akadama: Arcilla de origen japonés sometido a altas temperaturas. La akadama natural es un pequeño grano de volcánica recubierto de arcilla, mientras que la que se puede encontrar comercialmente no es mas que el polvillo arcilloso resultante de la manipulación de la versión natural, prensado y sometido a altas temperaturas, para formar granos de diferentes tamaños. El resultado resulta más económico que la versión natural, y es completamente estéril (algo interesante a la hora de exportar), pero como es cien por cien arcilla conviene mezclarlo con un material pétreo, por ejemplo volcánica. Su Ph es mas o menos neutro, aunque con una cierta tendencia a resultar ligeramente ácido (oscila entre 6,5 y 6,9).

Pétreos: Se trata de sustratos más o menos inertes usados para facilitar el drenaje y la aireación.

-Arena de acuario o río: No retiene agua, y dependiendo del tipo de arena de que se trate puede acabar acidificando ligeramente la mezcla con el paso del tiempo. La arena de acuario es una alternativa fácilmente accesible pero en este caso se debe tener cuidado de que no sea coloreada.

-Volcánica: Fragmentos de lava volcánica. Es un sustrato inerte con una cierta capacidad de retención de agua a causa de su superficie tremendamente rugosa e irregular.

-Pomiche (Pomice): Tierra inerte, de origen volcánico, procedente del valle del Pian en Italia. Su capacidad de retención de agua es superior a la de la tierra volcánica.

-Perlita: Material de origen volcánico que es sometido a altas temperaturas antes de su comercialización. Aporta aireación al sustrato y es capaz de retener una gran cantidad de agua. Eso si, su Ph es un tanto básico oscilando entre 7 y 7,2.

-Arcillas expandidas: Otro material semi-artificial, como la Perlita, resultado de someter a altas temperaturas a determinadas arcillas. Se presenta en forma e bolas con baja capacidad de retención de agua. Su Ph puede oscilar entre 5 y 7. No es aconsejable su uso en bonsái.

Orgánicos: Sustratos añadidos generalmente para favorecer la actividad de los microorganismos y en algunas ocasiones para modificar el Ph de la mezcla. En general se suele llamar “humus” a toda aquella materia orgánica del suelo que ha sido descompuesta hasta tal punto que ya resultan irreconocibles las estructuras vegetales que la formaban, y bajo esta categoría se encuentran las mas diversas tierras:

-Fibra de Coco: Tierra resultante del compostaje de la corteza de coco. Su Ph oscila entre 5,6 y 6,6, es decir se trata de una tierra ácida.

-Tierra de Castaño: Resultado del compostaje de troncos y corteza vegetal. Su Ph es igualmente ácido.

-Compost: De color pardo oscuro y poco peso. Su origen son residuos vegetales. Ph más o menos neutro.

-Turba rubia/negra: Se trata de materia vegetal descompuesta en ausencia de oxígeno. La turba negra presenta un grado de descomposición superior al de la turba rubia. Su edad oscila entre los 2600 y los 10000 años. Es un material con escaso valor nutritivo para la planta que tiende a retener la humedad demasiado tiempo cuando está empapado y se vuelve casi impermeable cuando se seca, propiedades un tanto problemáticas para usar en una mezcla.


6- En resumidas cuentas

Al preparar la mezcla para el sustrato debemos tener en cuenta lo siguiente:

-Cultivar en maceta no es lo mismo que hacerlo en pleno campo, por lo que no es adecuado utilizar la típica tierra de bosque. Se hace necesario un sustrato que proporcione una mayor aireación.

-Es sumamente importante el uso de cedazos para separar las partículas por tamaños: Nunca se deben mezclar partículas de diferentes grosores.

-Cuanto mayores sean las partículas menor será la cantidad de agua retenida, y mayor será el espacio ocupado por el aire. Y viceversa.

-Cuanto mayor sea la proporción de componente pétreo en la mezcla respecto al de arcillas, menor será la capacidad de retención de agua. Y viceversa.

-Las partículas de mayor tamaño conviene que se encuentren en el fondo de la maceta para reducir la columna de sustrato saturado y conseguir que éste se seque de una forma lo más uniforme posible.

-Las partículas de 1 milímetro o menos es aconsejable no utilizarlas en las mezclas, únicamente contribuyen a dificultar el drenaje.

-En toda mezcla debe haber un cierto componente pétreo, por ejemplo volcánica o arena de río, para ayudar a mantener la aireación mientras el sustrato se va degradando. En cualquier caso nunca se debe usar arena de playa pues su contenido de sal es muy elevado.

-Los resultados suelen ser mejores con mezclas cuyo componente orgánico se ha reducido al mínimo, o que preferiblemente haya sido eliminado por completo.

-Cuando una raíz encuentra una superficie redondeada tiene la tendencia a rodearla, mientras que si esta es angulosa la tendencia será a ramificar y cambiar de dirección. Por tanto es conveniente utilizar partículas de forma irregular, sobretodo en la parte pétrea de la mezcla, antes que otras de formas más redondeadas y suaves.

fuente: http://www.portalbonsai.com/narticulo.asp?id=17&pag=12

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#2

Sobre sustrato.

Herramientas para bonsai el 20 may 2019
Muy interesante y completo. No habia estado por aquí antes, pero seguro que vuelvo
#1

Arq.

Marco Velecela el 15 nov 2017
Gracias y felicitaciones por el artículo, muy interesante; sería importante determinar la cantidad de cada uno de los componentes del sustrato para prepararlo de manera casera.


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