La Eterna Roma
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La Eterna Roma

En el año 753 a.C se fundaba a orillas del río Tiber una pequeña aldea con el nombre de Roma. Fue el principio de un poderoso imperio que sobrevivió quince siglos como dueño absoluto del mundo.

2 mar 2007

En el año 753 a.C se fundaba a orillas del río Tiber una pequeña aldea con el nombre de Roma. Fue el principio de un poderoso imperio que sobrevivió quince siglos como dueño absoluto del mundo. De aquella grandeza y esplendor imperiales aún quedan múltiples testimonios a los que los siglos han ido sumando otros muchos hasta
convertir a la milenaria ciudad nacida con Rómulo y Remo en una "eterna" sucesión de vida, historia y arte.

Capitolio, antiguo santuario de los dioses
Uno de los lugares más emblemáticos y sagrados en los tiempos de máximo esplendor del imperio durante siglos, fue la colina del Capitolio. El recinto estaba dedicado a los dioses de
Roma y era también el lugar de homenaje y "culto" a generales y emperadores cuando regresaban triunfales de las grandes conquistas militares. Hoy, una magnífica escalinata, denominada Cordonata y diseñada por Miguel Ángel da acceso a la plaza del Capitolio. Dos impresionantes estatuas de bronce y mármol culminan el final de esa escalinata que conduce directamente a la plaza, también obra de Miguel Ángel por encargo del Papa Pablo III. El centro lo preside una estatua ecuestre del emperador Marco Aurelio, que dirigió el imperio en el siglo II. Dominando la plaza, al fondo, se alza el palacio Senatorio, del siglo XIII , hoy sede de la alcaldía, y a los lados, otras dos esplendidas construcciones  se destinan al Museo Capitolino.Rompiendo por completo la estética capitolina, casi adosado a la plaza, se alza como una enorme mole de mármol el monumento al monarca Victor Manuel II. Construido en estilo neoclásico a finales del XIX está presido por dos colosales cuadrigas aladas en bronce. En el centro se levanta el Altar de la Patria con una estatua de Roma y a los pies de ésta se colocó en 1921 la Tumba al Soldado Desconocido. En el interior varias salas reproducen los bustos de generales y altos dignatarios militares italianos de los últimos doscientos años. 
Unos pocos minutos a pie desde la plaza de Venecia, donde se encuentra el monumento a Víctor Manuel, nos llevan de nuevo a la Roma Imperial, para ser exactos al Foro Romano, centro neurálgico de la ciudad donde se desarrollaba la vida pública. Estaba atravesado por la Vía Sacra que conducía al Capitolio, lugar sagrado de culto a los dioses. El primero de los llamados foros imperiales fue el de Julio César, más tarde llegarían los de Augusto, Trajano o Nerva. Pero es el conocido como Foro Romano el que más espacio ocupa y el que más restos conserva en pie. Desde lejos las piezas más visibles son los arcos de Septimio Severo y de Tito. Junto con los arcos, las otras grandes obras del Foro eran los templos. Aún pueden contemplarse los restos milenarios del templo de Saturno, de Cástor y Pólux o de Venus y Roma. 

Monte Palatino y Coliseo, grandes obras civiles
En una pequeña ladera, desde donde se domina todo el Foro, se alza el monte Palatino, durante siglos lugar de residencia imperial. Dos mil años después todavía se pueden contemplar los restos de aquellas magníficas villas romanas. Impresiona por sus dimensiones el espacio que ocupa la Domus Augusta, amplísimo recinto de varios edificios construido por el
emperador Augusto en los primeros años de nuestra era. Desde los jardines que circundan el Palatino se contempla una vista magnífica del Coliseo, la gran obra civil de Vespasiano y símbolo indiscutible de la Roma de entonces y de la de ahora.  El emperador Vespasiano comenzó su construcción en el año 72 d C y lo terminó su hijo Tito en el 80. Las fiestas de inauguración de este anfiteatro Flavio, nombre con el que fue designado, duraron nada menos que cien días y durante ese tiempo murieron más de 9.000 fieras y unos 2.000 gladiadores. Durante más de cuatrocientos años fue el escenario de los más grandes y espectaculares juegos de la historia. No en vano sus cuatro pisos en forma elíptica podían albergar a más 40.000 espectadores. Con la decadencia de Roma acuciada por invasores extranjeros, llegó primero el abandono y más tarde el saqueo del Coliseo. Nada permanece de sus ricos mosaicos, estatuas o mármoles, pero su estructura aun en pie, habla por si sola de su grandeza pasada.
Sin embargo en esta ciudad eterna no solo deslumbra el viejo imperio romano; por doquier, se mire hacia donde se mire, siempre domina en el paisaje su inabarcable patrimonio artístico. Entre todos sobresale la Cúpula del Vaticano, obra del inagotable Miguel Ángel, al igual que la capilla Sixtina y la escultura de La Piedad, realizada con solo 24 años. La grandiosa cúpula en bronce dorado de 92 metros, el baldaquín central con columnas salomónicas diseñado por Bernini, la tumba de San Pedro o La Piedad, protegida tras un cristal antibalas, son algunos de los valiosos tesoros de la Basílica de San Pedro, el mayor templo de la cristiandad. Su construcción comenzó hacia 1.500 por encargo del entonces papa Julio II y los trabajos no finalizaron hasta 176 años después. Este mismo pontífice fue quien encargó a Miguel Ángel su mausoleo, la obra nunca llego a término pero del encargo surgió El Moisés, la otra gran escultura del artista que se puede admirar en la iglesia de San Pedro in Vinculis. Fuera de la Basílica de San Pedro bordeando el lateral y tras la inevitable espera se accede al recinto de la Capilla Sixtina. Pero antes de llegar hay que recorrer durante varios minutos bellísimas galerías abovedadas, con techos y paredes repletos de vivas pinturas y otros ornamentos. Mirar al techo en busca de alguna de las tan conocidas escenas es la primera reacción al llegar a este "santuario" ideado por Miguel Ángel. Aunque se resienta el cuello y la vista, encontrar esa imagen del ´dedo´ de Dios en el momento de la creación de Adán, se convierte en una obsesión. Pero no es la única aún hay que buscar El Juicio Final, El pecado Original, La Separación de las Aguas o la Creación de los Astros. Por si tanto arte no fuera suficiente queda el Museo del Vaticano, esplendido conjunto de tesoros artísticos de todo tipo y la Biblioteca Vaticana, la más antigua de Europa.

Plazas y fuentes con historia y leyenda
Pese a ser el centro del mundo Católico y de contar con más de 400 iglesias, en Roma también hay espacio para otras artes más mundanos.  Solo hay que acercarse a la Fontana de Trevi, un constante hervidero de gente de día y de noche. Todos llegan aquí para cumplir con la tradición de arrojar una moneda a la Fontana, para así asegurarse el regreso a Roma. Su aguas naturales manan desde los tiempos del general Agripa (S I d C) y según la leyenda fue una joven virgen "Vergine" la que mostró el manantial a las sedientas tropas. Está adosada a la fachada de un espléndido palacio barroco y decorada con estatuas y bajorrelieves que evocan el encuentro con la "Vergine".En un corto paseo se llega a la popular Plaza de España con su enorme escalinata diseñada en tres tramos y por la que se accede a la iglesia de la Trinidad de los Montes. La plaza, hoy uno de los mejores ejemplos del barroco italiano, es el resultado de múltiples obras que comenzaron a principios del S XVI con la construcción de la iglesia y no finalizaron hasta mediados del XIX. Tanta o más historia tiene la bella plaza de Navona, unida para siempre a la figura de Domiciano por ocupar el espacio de lo que fuera el antiguo estadio imperial, de ahí su peculiar forma oval. Aunque en un extremo, el obelisco trasladado del circo Majencio evoca el pasado imperio, las auténticas protagonistas de la plaza son tres gigantescas fuentes. La mayor, en el centro, es obra de Bernini y reproduce en mármol una fábula de Esopo. Cualquier visita a Roma no estará completa si no se ha tenido el ´arrojo´ de pasar por el ritual de La bocca della Veritá. Toda una experiencia a prueba de mentirosos, so pena de perder la mano, según la más arraigada creencia popular. La máscara de mármol que pone a pruebanuestra capacidad de mentir se encuentra en el pórtico de la iglesia románica (S. XII) de Santa María de Cosmedin. Hasta el mismísimo Gregory Peck sucumbió a la tentación e introdujo su mano en la hendidura de la boca durante sus "Vacaciones en Roma" con Ho Herpburg. Por si no lo recuerdan, la rescató entera. 


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