Nos llega el fin de semana del clásico donde se aclarará si no definitivamente, sí al menos lo suficiente acerca del futuro campeón de esta liga bipolar (también en el sentido emocional del término). Un clásico con sabor a despedida(s) dentro del club blanco: Guti ya lo ha confirmado, será el último en el que participe (echaremos de menos meternos con él y disfrutar con cuentagotas de sus deslumbrantes genialidades), y Raúl conviene que siga sus mismos pasos y se retire a lo grande. Mientras tanto, y hasta las diez del sábado, podemos seguir deleitándonos con las comedidas y afortunadas declaraciones de Cristiano Ronaldo, un hombre que día tras día viene confirmando lo que muchos ya intuíamos desde hace mucho tiempo: se trata de un profesional excelente, comprometido, un jugador prodigioso, una persona nada soberbia, humilde en sus manifestaciones, cuya gestualidad evidente denota una sinceridad abierta dentro del rectángulo de juego, lo que algunos se empeñan en equiparar (proyectándolas) con actitudes de otro cariz que más pertenecen a ellos que al ídolo madridista. Me refiero a ciertos medios propagandísticos que, sin embargo, nada dicen de su mordaza autoimpuesta y que parecen aceptar las consignas del gurú de turno con preocupante obsecuencia. Allá cada cual. Por aquí la gente se expresa libremente y da lecciones de cómo afrontar un desafío mayúsculo con elegancia pero sin arrugarse, piérdase finalmente el encuentro o no, tanto da. Por otro lado (¡cómo nos alegramos!) el Atlético de Madrid se planta en una de las dos semifinales de la antigua copa de la UEFA (ahora Liga Europa), precisamente la que le enfrentará contra el equipo de su hijo pródigo y que promete sensaciones muy fuertes. Penalti claro que en absoluto oscurece una clasificación más que merecida, puesto que ha sido claramente superior en el balance global de la eliminatoria. La absurda amarilla que se ganó el Kun le impedirá disputar el primer partido y merma las posibilidades de triunfo rojiblanco. Pero este equipo es absolutamente imprevisible y puede suceder cualquier cosa. ¿Doblete? Ya está más cerca y eso, hace unos meses, ni el más optimista se hubiera atrevido siquiera a mencionarlo. Mañana veré el choque en la cumbre en la mejor compañía posible para un aficionado al noble deporte balompédico (¿para cuándo su aceptación como un arte más?), y así lograré reducir un poco mis revoluciones cardiovasculares al aplicar un punto de vista más analítico, sabio y morigerado, lo que no es óbice para que vayamos a impulsarnos hacia el cielo blanco (lo digo por el techo pintado de ese color) cada vez que la portería azulgrana sea convenientemente perforada.
Por si acaso, y para enjugar las abundantes lágrimas que nos produciría una hipotética derrota, nada mejor que nuestra fiel batería del esforzado coleccionista, aquel que atesorará cine de Hollywood, europeo, género independiente, de barrio, sesión melodramática doble con Douglas Sirk (ABC), lectura combativa (Público), Looney Tunes, cómic clásico juvenil (El País), tándem Spencer-Hill (Marca), etc. Y si esto pareciera poco, ¿por qué no introducir de matute alguna nueva y renombrada adquisición de culto para animar el que sin duda será compungido espíritu de haberse producido el fatal desenlace? Me refiero a El carnaval de las almas de Herk Harvey (obra de culto que ha influenciado entre otros a David Lynch y George A. Romero), y No profanarás el sueño de los muertos de Jordi Grau, el clásico español de terror que uno puede encontrar remasterizado y con una entrevista impagable al propio director a poco que se ponga a rebuscar donde casi nadie mira. Si uno ama el cine, y dedica a esas búsquedas el tiempo suficiente, depositando en ellas una cierta fe incondicional, es seguro que acabará por encontrar tesoros ocultos porque ellos mismos lanzan un grito desesperado y llaman con afecto a la mano temblorosa que los acaricia para llevárselos a un lugar más cálido y seguro: su nuevo hogar.
Termino con una última cuestión de futbolero alcance: ¿CR9 o Messi? ¿Quién es mejor jugador a vuestro juicio? ¿Por qué?
Bajo mi punto de vista:
CR9 aventajaría a Messi en: ser mejor lanzador de faltas, disponer de una mayor potencia de disparo, más explosividad y desborde, mejor rematador de cabeza.
Messi aventajaría a CR9 en: mayor movilidad, mejor conducción de balón en velocidad, mejor regate, más efectividad en finalizaciones de uno-contra-uno.
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