EL REAL MADRID CIERRA UNA TEMPORADA ACIAGA Y MIRA CON DESCONFIANZA HACIA EL FUTURO

Se acabó. Telón abajo, aplausos y todos a casa. Bueno, todos no, ahí tenemos a nuestro querido Atlético de Madrid a las puertas de un doblete histórico. En el ínterin puede que nos dé tiempo a realizar una mínima valoración de lo acontecido de un tiempo a esta parte, todo ello bastante lamentable si nos centramos en el equipo blanco.

Mucho hemos dicho al respecto y no vale la pena insistir en ello. FRACASO MERENGUE TOTAL. Que se lea bien. Humillados por el Alcorcón en Copa del Rey, vapuleados por el todopoderoso Lyon en Europa (recordemos que el Bayern ni se despeinó para endosarle un marcador de escándalo en su cruce de semifinales), segundo en una liga sin otro rival que el Barcelona, es decir, competitividad casi nula, lo cual les ha pasado factura a ambos en sus envites continentales. Sólo una cosa destacable: la aparición en el firmamento blanco del gran Cristiano, un baluarte del próximo proyecto que se emprenderá en breve. ¿El futuro? No pinta nada bien. Valdano ya juega al despiste, desmarcándose de sus propios guiños a la continuidad, y Mou (en busca del triplete con el Inter, sólo le resta el último peldaño) al equívoco, dejándose querer por un anhelo desmesurado, el de Florentino, que se mueve entre la desorientación y la pasta. Huele a ausencia de criterio, de proyecto, de querer hacer bien las cosas con un plan a medio-largo plazo, de personalidad consistente.

El desastroso resultado que arroja la temporada debería hacer reflexionar a muchos dentro de la entidad madridista, y puestos a pedir, ofrecer en necesario sacrificio alguna dimisión bien merecida. No, no hace falta llegar tan lejos como los lacedemonios en el monte Taigeto (¿será el espíritu simbólico de esta malsana eugenesia el secreto poder de La Masía?) tratando de parir una repugnante superioridad mórbida. Bastaría con que en un gesto de buena voluntad y entendimiento luminoso, el propio entrenador entonase su mea culpa y se fuera con viento fresco allí donde pueda –o le permitan u ordenen– continuar su meteórica carrera hacia la cumbre profesional de su oficio. Pelle, el conquistado, ha ofrecido un ejemplo paradigmático de cómo manejar con inoperancia extrema un vestuario, sus jugadores, la particular psicología de algunos que estaban llamados a ser decisivos, así como los específicos requerimientos de aquellos encuentros que le demandaban decisiones tácticas y dinámicas de altísimo nivel. Ahora, suspendido el examen, debe retirarse con la elegancia que le caracteriza y dejar su puesto a otros que traten de restañar las sangrantes heridas abiertas. Sería un gesto honorable por su parte, y sin duda se le agradecería mucho que se llevara en su caída a unos cuantos paquetes del malogrado grupo, entre ellos no pocos tecnócratas de la institución.

Por lo demás, sin grandes sorpresas: Barcelona (merecido) campeón (Antonio vuelve a acertar sin equivocarse ni en los marcadores: me vaticinó el resultado de ayer en el estadio azulgrana, y lo que ocurriría si el equipo catalán era eliminado de la Champions, lo cual al menos es un respiro de cara a la finalísima en el Bernabéu); descensos lógicos cristalizados en Jerez, Valladolid y Tenerife (¿justicia poética? Mejor inepcia blanca); clasificación europea previsible, con el Sevilla finalmente en liga de Campeones y el GETAFE firmando un curso memorable de la mano de un entrenador que, si las cosas se meditaran reflexivamente en Chamartín y alrededores, este mismo año se haría con las riendas del equipo implantando un proyecto deportivo de hondo calado en la genética blanca.

Ahora ya podemos relajarnos, disfrutar de dos mayestáticas finales consecutivas, y esperar con curiosidad el desenvolvimiento de unos designios oscuros cuya penetrabilidad no nos corresponde a nosotros desentrañar. Veamos, pues, qué opináis vosotros al respecto.