Je t’aime jusqu'à la mort
El trabajo de Alexandre Aja se ha convertido en un fenómeno del nuevo cine del terror europeo. Es una lástima que su inabordable final de al traste con sus excelentes logros.
El cine ‘gore’ no está en crisis. Al contrario de lo que se pueda pensar, a pesar de su reiteración argumental, sigue siendo, de un modo implícito y preponderante, un referente a la hora de abordar el género de terror. Un cine definido por la imperiosa y morbosa necesidad de mostrar sangre, vísceras y mutilaciones. Tendencia que ha salpicado las pantallas de todo el mundo a lo largo de más tres décadas para deleite de los llamados ‘gorehounds’.
En este corrosivo esquema demasiado irreverente y nada convencional, si se tiene en la desmedida cantidad de hemoglobina que suele particularizar este llamativo género de culto, es donde se incluye el nuevo fenómeno de terror del cine francés ‘Alta tensión’. Si bien el trabajo debut de Alexandre Aja transita entre la delgada línea que ensambla el género de terror psicológico con los momentos de ‘splatter’ mejor logrados por una cinta europea en los últimos años, ‘Alta tensión’ construye sobre sí una sólida muestra de gran cine que tiene como objetivo único sumergir al espectador en una auténtica pesadilla de supervivencia, en una experiencia aberrante y angustiosa que no deja cabida a ningún tipo de guiño ni fina ironía.
Estamos ante una furioso y violento modelo de cine arriesgado, de un auténtico ejemplo de cine de ‘autor’ llevado a un terreno tan desabrido como lo es el terror que, en muchos momentos, se hace sugerentemente incómodo debido a la depurada forma de rodar de Aja, a su puesta en escena, a la utilización de sonidos y música, de suspiros y miradas furtivas que desasosiegan desde su prólogo, un sueño de una de las protagonistas que, como avance, va poniendo al espectador sobre una pista que nunca hay que perder.
La historia de ‘Alta tensión’ no es que sea del todo original. Casi, todo lo contrario. María y Alex son dos jóvenes estudiantes que viajan (con la canción de ‘Sarà perché ti amo’, de Ricchi e Poveri de fondo) a una casa aislada donde vive la familia de esta última con intención de encontrar la soledad necesaria para estudiar los exámenes finales. Rodeados de campos de maíz, la tranquilidad se vuelve frágil cuando cae la noche. Un asesino al que hemos visto de soslayo de forma bastante falsaria a tenor de los acontecimientos que están a punto de suceder, irrumpe en el lugar asesinando salvajemente a cada uno de los miembros de la familia exceptuando a Alex. La supervivencia es la necesidad primordial y Marie, que ha visto todo en una narración subjetiva que lleva al espectador a seguirla donde vaya, se lanza a salvar a su amiga, enfrentándose al asesino, superando sus miedos y comenzando un viaje sin retorno hacia la locura.
Lo realmente fascinante de ‘Alta tensión’ es la capacidad de Aja para la dirección de suspense, logrando con su metodismo clásico y modernista a la vez un extraordinario dominio de los recursos del suspense, capaz de crear secuencias prototípicas del género de manera que resulten tan efectivas y angustiosas llevándolas al máximo nivel de tensión con una conjunción de engranaje maquinal en sus secuencias violentas y utlización de la intriga, acentuada por su pretensión la realista con la que está tratada la mayor parte de una trama que refleja nuestro miedo a todo aquello que provoca miedo; el temor a lo desconocido, el miedo a la oscuridad, la claustrofobia, la importancia de la muerte, incluso el desconocimiento de la propia condición sexual (ingrediente que no falta en la película con una provocativa masturbación femenina).
Todo ello manifestado en un ‘huis clos’ asfixiante, dotado de un cierto halo del cine de los 80 que utilizaron con extrema habilidad fórmulas, efectismos y grandiclouencia sanguinaria mediante una interesante artesanía fílmica (títulos como ‘Maniac’, ‘La matanza de Texas’, ‘La última casa a la izquierda’, ‘Nervios rotos’ o ‘Pánico en el bosque’). Lo curioso de todo esto es qué manera Aja y su coguionista Grégory Levasseur han adaptado a la perfección la concepción del ‘splatter de redneck’ rural, del goticismo americano, trasladando los paisajes de la reaccionaria América profunda por los de la campiña francesa, más apacible y extraña, pero igual de peligrosa. Como en toda buena película de género, el terror es físico, la violencia es extrema y real, sin concesiones al sarcasmo. El macabro juego de Aja, camuflado en un ‘thriller’ de terror nada convencional, busca impresionar al espectador, hacerle partícipe de la oscura perturbación imbuida en el filme, estableciendo una inesperada recopilación de instantes terroríficos como esa secuencia a la luz del día presentando al asesino, que utiliza una cabeza decapitada para una felación necrófila.
Sin abandonar en ningún momento la pauta verista de la propuesta, algo subyuga a la baje en ‘Alta tensión', una película que, hasta que la cámara deja de acompañar a Maríe, ha sido un fantástico patrón sin filtros ni efectismos absurdos, con un amenazador sentido de la tensión, la persecución que lo sucede pero no un desenlace que es una de las peores decepciones vistas en el cine moderno. Y es que, por desgracia, cuando todo parece terminar en otro ‘happy end’ lésbico y morboso, sabiendo que el aseisno muere varias veces antes de dejar este mundo, la película ya está contagiada por ese cáncer del cine fantástico contemporáneo reutilizado hasta el paroxismo.
Es, como no podía ser de otro modo, el final sorpresa. Un desenlace inverosímil, embustero y, debido a que los mecanismos de la trama no necesitaban de su aparición, totalmente innecesario. Un hecho que hace que la sensación que deja esta gran película en un frustrado y ejemplar cine de género, paradigmático, en el momento en que Aja y Levasseur se les ocurre, no se sabe muy bien por qué, cerrar su brillante desarrollo con un final de justificación inconcebible.
No obstante, a pesar de un final endeble y prescindible, ‘Alta tensión’ es mucho más que una simple película de serie B ‘gore’ a la francesa, ya que si por algo es del todo loable el producto de Alexandre Aja es por no perder de vista su deliberada recuperación de la radicalidad de las obras que les han servido de referencia. Destaca, además de su espléndida factura técnica, el cuidado trabajo de François Eudes en la banda sonora, los efectos especiales de maquillaje de Giannetto de Rossi y la sorprendente labor en el terreno interpretativo de la sugerente Cécile de France (fantástica en su doble papel de ángel y demonio) y Maïenn Le Besco, dos actrices que hacen alarde de un verdadero trabajo de composición de personajes en un género en el que esta faceta es bastante escasa.
Sin pretensiones estéticas o narrativas más allá que la de provocar inquietud en el espectador, ‘Alta tensión’ es una película tan contundente como renovadora que, alejándose y variando sus propósitos, es tan recomendable como olvidable, si no hubiera sido por la pérdida de la sencillez en su último tramo.
Miguel Á. Refoyo © 2004
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